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La ficción nos interesa porque le da sentido a la vida

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 26 DE OCTUBRE, 2017-JOSEEDUARDOMORA.COM). Al ser humano le atrae la ficción por dos razones fundamentales: porque nos entretiene y porque le da sentido a nuestra vida, de acuerdo con el escritor y profesor del “Gotham Writers’ Workshop, Alexander Steele.

La ficción, entendida como el acto de inventar historias, le permite a las personas crear una determinada narrativa y a partir de esta lograr organizar el caos del mundo en el que se desenvuelven.

Mediante una narrativa personal o asumida, se logra ver dentro del bosque los árboles que realmente nos interesan.

Por tal motivo, la literatura atrae a periodistas, poetas, abogados, carniceros, zapateros, mensajeros, etc., es decir, a todo aquel que se sienta humano, demasiado humano, como diría Friedrich Nietzsche.

La maravilla de la ficción es que está hecha de palabras, solo de palabras: toda la materia son palabras. Imaginan una herramienta mejor y más poderosa que la palabra.

De la mente de los escritores surgen historias sorprendentes en diferentes formatos como la ciencia ficción, la novela policiaca, el género negro, la novela de aventuras, la novela realista, la novela fantástica, y así un gran número de opciones que se pueden construir en torno a una idea y unos personajes.

En un mundo tan caótico como el actual, la ficción permite una posibilidad de darle sentido a nuestras vidas, y todo, absolutamente todo, construido con palabras.

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El relato debe escribirse de un solo tirón

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE OCTUBRE, 2017). Los relatos, que muchas veces se confunden con los cuentos, deben escribirse de un solo golpe: sería imposible comenzar un relato, dejarlo a la mitad y retomarlo después. Nunca funcionaría.

Contrario a la novela, el relato es una narración que lleva un ritmo sostenido, que no puede detenerse mucho en digresiones, y para que tenga validez ha de llevar en sus entrañas la sangre que fluye detrás de él y que le da vida.

El dinosaurio, por ejemplo, de Augusto Tito Monterroso, posiblemente fue pensado por el autor guatemalteco durante mucho tiempo. Quizá años enteros, pero una vez que lo tenía claro se sentó y de un solo tirón, escribió: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

No es Guerra y Paz, ni Crimen y Castigo, ni Cien años de Soledad, pero su complejidad narrativa es innegable y se requiere de mucho talento y gran capacidad para haber inventado, muchos años antes de que la tecnología lo permitiera, a Twitter. Twitter nació con el dinosaurio de Tito Monterroso.

Este es uno de los aspectos que trataremos en Cómo escribir historias, nuestro próximo taller el 14 de octubre. Interesados comunicarse al WhatsApp 8307-8184.

 

De dónde surgen las ideas para escribir literatura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 09 DICIEMBRE, 2016-JOSE EDUARDO MORA). A quienes les interesa escribir, por lo general, se preguntan de dónde sacan los escritores las ideas para estructurar sus historias.

Cada escritor tiene su método para llegar a ello, pero existen parámetros generales que vale la pena repasar. En primer lugar es necesario que el escritor sea un buen observador. Si no tiene esta cualidad, difícilmente podrá enriquecerse con lo que sucede a su alrededor.

Los Cinco sentidos del Periodista, libro de Ryszard Kapucinski, editado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) es un buen texto para comenzar.

A algunos escritores les basta una imagen para empezar a construir sus historias de ficción, a otros una palabra, una frase, o una historia a secas, a partir de la cual elaboran todo el canon de ficción necesario para desembocar en un buen texto.

En la mayoría de los casos, todos los temas, parten de la realidad: así por ejemplo, Gabriel García Márquez escribió El amor en los tiempos del cólera basado en lo que le contaron sus padres, pero el quiebre del amor imposible se lo dio una noticia que informaba de que dos estadounidenses, de 80 años, cada año se reunían de forma clandestina en Acapulco para verse, porque ambos eran casados. La historia se destapó porque la pareja fue asesinada por otros motivos. De ahí se valió el Nobel para escribir su inolvidable historia.

De un sueño, un olor, una percepción: la fuente de donde surgen los temas puede ser inagotable y pueden surgir a cualquier hora y en cualquier lugar.

Por eso es importante, como decía Paul Auster, que el escritor ande siempre con un lapicero y una libreta. Él, tras pedir un autógrafo una tarde-noche a un beisbolista y no tener cómo recibirlo por no llevar un bolígrafo, lo marcó de por vida y ahí nació el futuro escritor.

Y ya se sabe, desde los tiempos de Homero, que tres son los temas capitales: el amor, la vida y la muerte.

 

La mujer del súper

Escrito por José Eduardo Mora

informacion@joseeduardomora.com

LLEVABA un vestido verde con puntos negros en círculos reiterados que recorrían de arriba a abajo toda su geografía.

La primera vez que nos topamos pasó con su carrito a una velocidad moderada y necesaria para cuando hay un alto tránsito de compradores. Reconozco que en este primer encuentro no me impresionó, aunque me llamó la atención que se rebelara contra las modas femeninas y usara un vestido, en contra de los jeans y las “t-shirts” de marca.

Seguí entonces con mi plan y me moví al lado de las frutas y las verduras y de pronto pasó ella de nuevo: contorneaba su cuerpo sin proponérselo y fue cuando descubrí sus piernas jóvenes y firmes, y empecé, por lo tanto, a demorarme en la escogencia de las uvas, de la papayas y de las manzanas.

Pasé con alguna demora a las verduras y mientras observaba los ayotes la vi de reojo y me sorprendió su cara joven, que no parecería encajar en una mujer que hacía poco, pensé, había alcanzado sus 33 años.

Aquellas piernas hubieran sido muy celebradas por el maestro Enrique Jardiel Poncela, quien se hubiera olvidado por un instante de sus misoginias quevedianas, y, estoy seguro, habría sacado varias greguerías de su chistera para homenajearla aunque fuera en voz baja y sin que nadie lo advirtiera.

Dada la situación circulé como correspondía a las carnes, en busca de un pollo para esas sopas nocturnas de verduras escasas, y para mi sorpresa ella pasó cerca de nuevo en pos de los pescados. A esta altura ya no sabía qué me había impresionado más: si sus piernas sólidas como torres o su vestido verde de puntos negros, cuyos círculos parecían girar en una atmósfera que rompía con lo cotidiano y absurdo del súper.

Confieso que apresuré la marcha para coincidir con ella en “los pescados” y ahí pude mirar el anillo que llevaba en ambas manos con la esperanza innecesaria de confirmar su soltería, pero he de aceptar que jamás he distinguido un anillo corriente de uno matrimonial, y entonces pensé que lo más probable era que su señor marido la estuviese esperando en el carro, o su novio, o su querido, vaya, la mujer puede escoger, pensé, o los tres estarían por ahí, cada uno sin saberlo, dando vueltas para esperarla a la salida del súper.

Dispuesto a no perderme la “bronca” que se avecinaba con los tres pretendientes al ataque, aligeré de nuevo mi paso por el área de panes y tuve la suerte de que el azar nos reuniera en el área de cajas. Por esa raras coincidencias, la compradora de adelante se tenía un lío tremendo con los envases de agua y mientras se decidía a llevar uno u otro, aproveché para mirar su cuerpo de venada joven.

En efecto, tenía unos ojos de avellana, una nariz aguileña discreta, el cabello negro a la altura de los hombros y unos labios finos y seguros. Parecía estar libre de ansiedades y por la serenidad que transmitía empecé a dudar de mi teoría de los tres pretendientes.

A lo mejor ella, pensé, había leído por error a Manuel Rivas, debido a que me daba la impresión de que no había leído más que los libros de texto obligados del colegio, y antes de dar el sí definitivo ante el altar, se acordó de aquel pasaje de uno de sus artículos, en los que el escritor gallego se preguntaba, asombrado, claro está, cómo dos seres libres en el mundo iban por su cuenta y gozo a jurarse amor eterno frente a un cura pardillo que sabía que la ceremonia era risa, circo y canto, pero nada más.

Lo rebelde ahora es casarse. Es de un romanticismo insensato y temerario. Cuando dos personas anuncian ese propósito a sus familiares o amistades, se produce un silencio luctuoso similar al de la naturaleza en vísperas de una catástrofe. Nadie brinda por ti. Lo que más puedes esperar es un abrazo de pésame y unas lágrimas de conmiseración.

Creí, entonces, que esta chica que parecía ser administradora, podría, en un acto milagroso, haberse topado con este Manuel Rivas irónico e imaginativo y al pie del altar había dado un paso atrás.

Como la caja no avanzaba me cambié a la de al lado, de ahí incluso podía mirar mejor a la chica del vestido verde con puntos negros para sacar mis últimas conclusiones antes de que se produjera la tragedia de los tres amantes fuera del súper.

Vi, entonces, que en su pie izquierdo tenía dos pequeñas heridas, casi imperceptibles, pero que denotaban algún apuro en la hora del baño o en algún ejercicio sabatino.

Pensé por un instante con alertarla sobre la posibilidad de los tres amantes en las afueras del súper, pero mi timidez me lo impidió; no obstante, por primera vez, le di pie para que me pillara observándola.

Desvié la mirada y confirmé que me precedían dos compradores, y volví a observarla por aquello de que a la salida se arma el desmadre del siglo y me culpara toda la vida por no haberla salvado de sus tres insensatos pretendientes, pero le di ventajas y pudo comprobar, de nuevo, que la veía con atención.

Pagué y me encontré con una noche en calma y sin las torrenciales lluvias de julio, y cuando daba vuelta en el parqueo para salir a la carretera, me pareció ver que ella acomodaba su mercadería solitaria y entonces caí en la cuenta de que no solo mi teoría era errónea, sino que tal vez esa mujer del vestido verde nunca existió, y que la fui construyendo en mi imaginación mientras compraba las verduras, las pastas, los atunes y los demás alimentos para retornar sin prisas y en silencio a mis cuarteles de invierno, y comprobar, esta vez con la mayor certeza del mundo, algo que sí es cierto y endemoniadamente triste: la Maribel Verdú sale todas las noches a cenar con su marido.

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Como Escritor

Es el espacio para la imaginación y la creatividad. Escribir es el gozo perpetuo. Ya sea desde la ficción o la “no ficción”.

El escritor asume el riesgo de darle forma, desde la literatura, a una idea, una premisa, una historia, ese algo que contar que es capaz de transformar vidas.

Como escritor puedo entender a los colegas que trabajan con la hoja en blanco que a tantos hace sufrir.

Para los que quieren incursionar en el mundo de la escritura tenemos el taller “Contando historias’, una amplia introducción sobre técnicas y géneros.

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