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La primera clave para contar historias

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, JOSEEDUARDOMORA.COM). El gran poeta Rainer María Rilke lo dejó claro desde un principio: “si usted puede vivir sin escribir, no escriba”. Parece fuerte la afirmación, pero en realidad resume de manera maravillosa lo que significa adentrarse en las aguas turbulentas, mágicas y misteriosas de la escritura.

“Tiene que haber un fuego, una llama interior”, dijo el escritor Jordi Sierra i Fabra, quien después de haber publicado 500 libros, dice que se levanta cada día con el mismo afán, la misma ilusión como cuando no le habían publicado ni una línea.

La primera clave para escribir es sentir esa necesidad. Si atiende con cuidado las entrevistas de los escritores, notará que la mayoría asegura que comenzaron a escribir desde que eran niños. Y ya de mayores casi todos llevan una libreta y un lapicero para anotar reflexiones, observaciones, ideas, panoramas, etc., que luego sirva en su arte de escribir.

Se vive como escritor las 24 horas. Incluso los sueños pueden ser una materia maravillosa para que surjan historias literarias.

La clave está en sentir esa necesidad de contar historias. ¿Para qué? No siempre hay una respuesta convincente, porque ello se lleva en la sangre y sirve para ordenar y procurar entender el mundo que nos rodea.

Hay evidencias que incluso en los tiempos de la prehistoria del hombre, ya este experimentaba esa necesidad narrativa. Lo han corroborado las pinturas en cuevas, historias en papiros y en tablillas. Desde que el ser humano tiene conciencia de ser, ha necesitado contar historias para ordenar el mundo.

“Escribir es lo que cuenta”, dice el título de Heriberto Fiorillo, en un libro dedicado a indagar por qué varios escritores optaron por consagrar su vida a crear historias.

Y si no puede vivir sin escribir, como lo decía Rilke, es porque es seguro que tiene algo importante que contarle al mundo.

La ficción nos interesa porque le da sentido a la vida

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 26 DE OCTUBRE, 2017-JOSEEDUARDOMORA.COM). Al ser humano le atrae la ficción por dos razones fundamentales: porque nos entretiene y porque le da sentido a nuestra vida, de acuerdo con el escritor y profesor del “Gotham Writers’ Workshop, Alexander Steele.

La ficción, entendida como el acto de inventar historias, le permite a las personas crear una determinada narrativa y a partir de esta lograr organizar el caos del mundo en el que se desenvuelven.

Mediante una narrativa personal o asumida, se logra ver dentro del bosque los árboles que realmente nos interesan.

Por tal motivo, la literatura atrae a periodistas, poetas, abogados, carniceros, zapateros, mensajeros, etc., es decir, a todo aquel que se sienta humano, demasiado humano, como diría Friedrich Nietzsche.

La maravilla de la ficción es que está hecha de palabras, solo de palabras: toda la materia son palabras. Imaginan una herramienta mejor y más poderosa que la palabra.

De la mente de los escritores surgen historias sorprendentes en diferentes formatos como la ciencia ficción, la novela policiaca, el género negro, la novela de aventuras, la novela realista, la novela fantástica, y así un gran número de opciones que se pueden construir en torno a una idea y unos personajes.

En un mundo tan caótico como el actual, la ficción permite una posibilidad de darle sentido a nuestras vidas, y todo, absolutamente todo, construido con palabras.

PARTICIPE DE NUESTRO PRÓXIMO TALLER LITERARIO

 

 

El valor terapéutico de la escritura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE OCTUBRE, 2017-EL JORNAL). Escribir historias propias o ajenas ha tenido, desde tiempos inmemoriales, un gran valor terapéutico para quien lo hace.

No se trata, entonces, de escribir para ganarnos el Premio Nobel de Literatura, que, por cierto, anuncian mañana, sino más bien como un camino, para tratar de encontrarnos con nosotros mismos.

La palabra, como instrumento en la curación del ser humano, ya la empleaban los médicos en la antigua Grecia. Al respecto, es recomendable el libro “La curación por la palabra”, del médico y escritor español Pedro Laín Entralgo.

La palabra, también, la emplearon con preponderancia los psicoanalistas y en terapias como la de Alcohólicos Anónimos (AA) es de gran valía para la recuperación del paciente.

De forma tal que escribir una historia con base en una experiencia personal o partir de una inquietud, un interés, una imagen o una observación, conlleva en sí la posibilidad de lograr un efecto de liberación, de encuentro, de alivio, de búsqueda o de trascendencia.

La palabra cura porque es  a través del lenguaje como conocemos y podemos aprehender el mundo.

En nuestro taller literario “Cómo escribir historias”, descubriremos el gran valor de la palabra para el ser humano y para generar historias que fascinen a nuestros semejantes.

El relato debe escribirse de un solo tirón

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE OCTUBRE, 2017). Los relatos, que muchas veces se confunden con los cuentos, deben escribirse de un solo golpe: sería imposible comenzar un relato, dejarlo a la mitad y retomarlo después. Nunca funcionaría.

Contrario a la novela, el relato es una narración que lleva un ritmo sostenido, que no puede detenerse mucho en digresiones, y para que tenga validez ha de llevar en sus entrañas la sangre que fluye detrás de él y que le da vida.

El dinosaurio, por ejemplo, de Augusto Tito Monterroso, posiblemente fue pensado por el autor guatemalteco durante mucho tiempo. Quizá años enteros, pero una vez que lo tenía claro se sentó y de un solo tirón, escribió: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

No es Guerra y Paz, ni Crimen y Castigo, ni Cien años de Soledad, pero su complejidad narrativa es innegable y se requiere de mucho talento y gran capacidad para haber inventado, muchos años antes de que la tecnología lo permitiera, a Twitter. Twitter nació con el dinosaurio de Tito Monterroso.

Este es uno de los aspectos que trataremos en Cómo escribir historias, nuestro próximo taller el 14 de octubre. Interesados comunicarse al WhatsApp 8307-8184.

 

¿Escribir depende de la inspiración?

 

(JOSEEDUARDOMORA-14-ENERO 2017). Es una de las grandes preguntas que en literatura tienen una y mil respuestas. El romanticismo alimentó esa idea del escritor que, por ser elegido por los dioses, en algún momento lo vistan las musas y le revelan las maravillas de la creación.

Y está la otra cara de la moneda: el escritor que, como el propio Gabriel García Márquez, se ponía un “mono” de mecánico y se disponía a escribir ocho horas al día.

William Faulkner, Premio Nobel de Literatura en 1949, lo dijo a su  manera: el escritor es 99 por ciento de transpiración y un uno por ciento de inspiración.

¿Debe esperar el escritor la inspiración de las musas? Lo más recomendable, para la mayoría de los mortales, es imitar al hijo de Macondo y ponerse el “mono” y disponerse a escribir. Y, si por casualidad, lo visitan las musas, lo encontrarán trabajando.

Osvaldo Soriano cuenta que no encontraba el tono para escribir Triste solitario y final, hasta que una noche vio que un gato lo visitaba en su propia cocina y ahí empezó todo con uno de sus más famosos libros. (Ya sabemos la vieja historia de Soriano y sus gatos).

De forma tal que escribir es un ejercicio que requiere talento, desde luego, y a la par: mucho, mucho, mucho trabajo.

 

TALLER ESCRIBIENDO HISTORIAS: 28 DE ENERO 2016

 

 

¿Quién inventó la novela moderna?

(JOSEEDUARDOMORA-05-ENERO-2017). El género literario por excelencia es la novela. Se le considera el género mayor porque en ella cabe todo: un cuento, un relato, una novela dentro de la novela, un ensayo, un reportaje.

Ya se preguntarán los lectores quién fue capaz de inventar o crear la novela moderna y la referencia siempre es la misma: Miguel de Cervantes Saavedra. Sí, con su inigualable Don Quijote, Cervantes dio el salto a la novela moderna, y, de ahí en adelante, le seguirían todos los escritores que vendrían después.

Muchas veces se ha anunciado, ante el avance de las tecnologías, la muerte de la novela, pero esta surge cada vez más vigorosa y la razón, también, es muy sencilla: y es que ella otorga unas posibilidades inimaginables para otros géneros.

De forma tal que la novela ha sido, por la general, la gran aspiración de todo escritor. Tom Wolfe, uno de los gestores del Nuevo Periodismo, contaba en su libro sobre el tema que los periodistas, allá por los años sesentas, abandonaban sus carreras para irse a la cabaña del Tío Tom a escribir la gran novela norteamericana.

Las novelas pueden ser cortas o extensas, pero lo que realmente cuenta es que narren una historia sólida, con personajes bien delineados y que sean capaces de transportarnos a sus vidas y de arrancarnos de la cotidianidad, al tiempo que se mezclan en las nuestras y nos hace pensar y repensar la existencia.

La novela moderna, heredera de Cervantes, es un género apasionante que hoy está más vigente que nunca.

 

 

Cuando me pensione, seré escritor

 

(25 DE AGOSTO, 2015). Entre las personas que desean ser escritoras es usual escuchar la siguiente frase: “cuando me pensione, me podré a escribir”. Cada vez que la escucho sé, de inmediato, que ese será un sueño fallido.

No imagino a alguien que aspire a ser un virtuoso con el piano que diga que a sus 60 o 65 años se pondrá a estudiar el instrumento, para dar su primer concierto a los 70.

Con la escritura sucede algo similar: se ha de empezar cuanto antes y se ha de escribir, tachar, comprarse un basurero, mucho papel, o mucha tinta, y empezar la maravillosa aventura sin los temores que a menudo acosan al escritor en ciernes.

Decir, por ende, que empezará a escribir una vez que llegue la edad de la jubilación, es un anuncio de que ese libro que tanto soñó con escribir probablemente nunca se hará realidad.

Escribir es una aventura personal, magnífica, irrepetible, pero que debe comenzar hoy mismo y no debe estar obstaculizada por temores y falsas expectativas.

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Escribir es una habilidad que ha de cultivarse toda la vida, como lo hizo el gran Hemingway.

Si le interesa participar en alguno de nuestros talleres, comuníquese a: informacion@joseeduardomora.com

Apalizar, coloquialismo equivalente a dar una paliza

Recomendación urgente del día

 

(19 DE AGOSTO, 2015). El verbo apalizar aparece registrado en algunos de los principales diccionarios de uso de referencia y puede considerarse una alternativa coloquial válida a vapulearapalearagredir dar una paliza.

Utilizado mayoritariamente en noticias deportivas, este término ha ido extendiendo su uso a otros contextos, de modo que no es extraño leer frases como «Simona Halep apaliza a Serena Williams en Singapur», «Se concentra en las costillas de Neville y lo apaliza en la esquina» o «Los cabezas rapadas acusados de apalizar a antifascistas pagan 97 000 euros por perjuicios».

Aunque la Real Academia Española no ha incorporado este verbo a la vigesimotercera edición del Diccionario académico, tanto el diccionario Clave como el Diccionario del español actual  lo incluyen en sus páginas con el significado de ‘dar una paliza o golpear’.

Como puede apreciarse en los ejemplos anteriores, todos ellos válidos, apalizar puede emplearse en el sentido recto de someter a castigo físico a una persona, así como en su sentido figurado, según sucede en el primer caso.

En efecto, en este ejemplo no se informa de que Serena Williams haya sido víctima de agresión alguna, sino de que la tenista ha sufrido una ‘derrota amplia que alguien inflige o padece en una disputa o en cualquier enfrentamiento, juego, competición deportiva, etc.’, conforme a la definición del sustantivo paliza, este sí recogido en el Diccionario académico.

En definitiva, el verbo apalizar está bien creado a partir de paliza, como alunizar atemorizar a partir de luna temor, si bien se recuerda que su uso es coloquial y que, por tanto, en contextos más formales resulta preferible optar por verbos como vapulear («… y lo vapulea en la esquina»), apalear o agredir («Los cabezas rapadas acusados de apalear/agredir a antifascistas…»).

 

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Esta es una columna diaria de al Fundéu BBVA y aquí se reproduce con el afán de que nuestros lectores aprovechen tan excelente material.

La gran aventura del saber

José Eduardo Mora                                                                                                 

Máster en Literatura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 12 DE AGOSTO, 2015). En una de sus últimas entrevistas el escritor Isaac Asimov cuenta que el Presidente Franklin D. Rossevelt visitó en el hospital al reconocido jurista Oliver Wendell Holmes, y que lo encontró estudiando gramática griega.

El mandatario, entonces, le preguntó la razón por la cual a sus 90 años aún estudiaba tan difícil materia, con la sombra de una fuerte enfermedad que lo amenazaba con la muerte inminente, a lo que Wendell respondió: porque quiero mejorar mi mente.

El doctor Juan Jaramillo Antillón, desde los cinco años, empezó la gran aventura de su vida en su búsqueda incesante del conocimiento humano, y ya lleva 75 años ininterrumpidos de hurgar en los 15.000 volúmenes de su biblioteca, a la que hoy, todavía, consagra horas y horas en pos de encontrar la sabiduría que esconden los numerosos libros.

Está sordo y en una silla de ruedas, pero eso no son obstáculos para continuar con su gran empresa del saber, que se distingue por una particularidad: compartir ese conocimiento.

Por eso inició un diálogo que se traduce en 36 libros, decenas de ensayos y numerosas conferencias pronunciadas en diferentes partes del mundo. Como médico cirujano graduado en México, y profesor durante 38 años en la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica, acumula reconocimientos y aplausos, pero cuando le pregunté por el Premio Magón, me dijo que en una oportunidad había sido candidato, pero que lo desestimaron por “considerar que sus escritos eran de carácter científico”.

El niño que aprendió a leer en los carteles viejos de la capital mientras su padre lo llevaba por diferentes partes de aquella San José de los años treintas del siglo pasado, sigue hoy tan asombrado con el pensar humano como en sus primeros días.

Ha escrito sobre medicina, que fue su profesión durante 40 años, sobre física cuántica, filosofía, grandes personajes de la historia, evolución humana y sobre la mujer, entre otros muchos temas: lo suyo es un saber enciclopedista.

Ese afán por el saber tiene en él una particularidad: cada conocimiento que adquiere ha procurado traducirlo a un lenguaje sencillo, para que el hombre de la calle pueda entenderlo.

No escribe, y lo afirma con énfasis, para los eruditos, sino más bien para el hombre que se debate en el día a día contra las circunstancias.

“Soy un comunicador innato. Nunca he escrito para los especialistas, excepto los libros de medicina, sino más bien para la gente común”.

Y esa fase de comunicador simplemente la transpira. De cuando en cuando advierte de que ya está viejo y de que a los viejos les gusta hablar mucho. “Avíseme cuando me paso”.

El encuentro se realiza en su casa y contamos con el auxilio de su ayudante Rosario Martínez, quien tiene 25 años de vivir con la familia, y es ella la que escribe en una pequeña pizarra las preguntas que se le van formulando, dada la citada incapacidad auditiva.

Su dolencia física, lo han operados dos veces de la columna, su impedimento para movilizarse por su cuenta –está en una silla de ruedas—y su sordera no le impiden al doctor haber continuado con esa pasión sin límites por el conocimiento humano.

La biblia es una de sus grandes fuentes. Empezó a leerla con pasión cuando comenzó a dudar de los dogmas católicos, religión que abrazó, sobre todo, en sus años de juventud.

Hoy día cuenta con 14 versiones de la biblia, entre las que se encuentran la judía, la católica, la calvinista y la metodista. También ha incursionado en el estudio del Corán: “he querido conocer las contradicciones en que incurren las diferentes versiones”.

Y añade: “El evangelio de San Juan, escrito unos cien años después, por ejemplo, es muy distinto de los otros”.

Cuando va narrando esas diferencias, en su mirada se trasluce la satisfacción de haber iniciado esa gran aventura del conocimiento para ponerlo al servicio de los otros.

Fue en el pueblito de San Javier, en Sinaloa, México, a 3.500 kilómetros del Distrito Federal, allá por 1959, cuando fue a hacer parte de su servicio social, donde el hoy erudito se dio cuenta de que como médico el conocimiento técnico le era insuficiente para entender a sus pacientes.

“Descubrí que había un problema. Si quería entender al enfermo debía conocerlo en toda su dimensión humana. Y ello tenía que ver con la antropología, la sociología, la psicología. Solo así podía aproximarme al ser humano para comprender al paciente”.

Y ahí empezó ese gran sendero hacia el saber, porque después entroncó esa búsqueda insaciable con la filosofía, la física cuántica y la historia, entre otros conocimientos del hombre.

Durante muchos años, a pesar de que podía haber tenido una jornada de nueve horas en las cuales había realizado varias cirugías, el doctor Jaramillo Antillón llegaba a su casa a eso de las 7 p.m. y tras una leve pausa para descansar y conversar con su esposa Mabel Borges, sobre las vicisitudes del día, se internaba en su biblioteca cinco o seis horas a leer sobre avances, descubrimientos, biografías: ciencia, cultura, ciencia ficción, literatura, hasta que muchas veces podía sorprenderlo el amanecer del nuevo día.

Al doctor Jaramillo Antillón lo asistía, sin saberlo quizá, aquel viejo anhelo del escritor italiano Giovanny Papini, quien en su juventud albergó por muchos años la idea de escribir la gran enciclopedia cultural de la humanidad en varios tomos, hasta que el tiempo terminó por vencerlo y abandonó su gigantesca empresa.

Este afán por estudiar– a partir de la lectura en varios idiomas, entre ellos el inglés, francés, italiano y portugués–, profundizar y compartir ese conocimiento, le ha llevado a la descomunal tarea de escribir libros como: La cultura contra el mundo; La crisis en el seguro social de Costa Rica; La conducta animal del ser humano y el destino de nuestro mundo; La evolución de la cultura; historia y filosofía de la medicina; Gerencia y administración de servicios médicos y hospitales; Salud y seguridad social; Importancia de la medicina en la sociedad; ¿El sexo débil de la mujer?; La aventura humana; las paradojas de la ciencia; El tiempo y la mente; Lo humano de los genios; El cáncer, fundamentos de oncología; Historia y evolución del seguro social en Costa Rica; Evaluación y Acreditación para el control de calidad en escuelas de medicina y servicios médicos hospitalarios; Cáncer gástrico; Enfermedades de la tiroides y paratiroides; Historia y filosofía de la salud y la medicina; los problemas de la salud en Costa Rica; Reflexiones; Hemorragias digestivas; Conversaciones con las grandes figuras de la historia y El tiempo y la mente.

Sus textos, como se aprecia, se han movido siempre en ese círculo que procura aprehender al ser humano en toda su dimensión. También ha escrito sobre física cuántica que es otra de sus pasiones.

Por La aventura humana recibió el premio Aquileo J. Echeverría de Ensayo en 1992 y el volumen tuvo que ser reeditado.

En este texto el autor se adentra en un extenso recorrido que procura explicar la vida a partir de la evolución de millones de años y se apoya en multitud de fuentes para explicarle al lector los orígenes de dónde venimos.

Lo más trascendente es que quien se acerque con una inquietud por ahondar en este espinoso tema, salga al final con más dudas e inquietudes que certezas, y de ser así el premio para el ensayista estará dado, porque le recuerda aquella vieja máxima del ensayo, que es, justamente, la literatura de ideas siempre inacabadas.

Evolución cultural, ética, religión, pensamiento: el autor persigue, casi como si fuera un detective en funciones, ese hilo que lo vincule con un elemento, con un átomo que sea capaz de explicar el movimiento de la tierra y de las hondas preocupaciones que aquejan y revisten de fragilidad la condición humana.

La aventura humana es buen comienzo para nuevos lectores de este escritor que merece una mayor difusión y de que sus textos se estudien en escuelas y colegios del país.

Conversaciones con grandes figuras de la historia es un texto ideal para alumnos de cuarto y quinto año, para que una vez adentrados en las semblanzas en forma de diálogo que el autor trazó, tras largas investigaciones con los personajes que aparecen, se despierten intereses de ahondar más y más en esas figura señeras de la cultura universal.

“Todo lo que he estudiado se resume en este libro. Aquí hay una gran síntesis de lo que he sido como lector a lo largo de estos años”, nos dice en una esquina de su biblioteca a la que ya no le caben más libros y en la que tiene un lugar especial para los autores costarricenses, a los que aprecia y valora con esa pasión desbordada que caracteriza su búsqueda de la sabiduría.

En conversaciones con grandes figuras de la historia, un tomo de 542 páginas, usted podrá toparse con Tales de Mileto, Heráclito de Efeso, Demócrito, Sócrates, Akhenatón, Hammurabi, Hapshepsut, Buda, Confucio, Jesús, Lincoln, San Pablo, Baruch Spinoza, Darwin, Beethoven, Cervantes, Karl Popper, John Dewey, Copérnico y otro sin fin de pensadores, escritores y filósofos que han influido en la humanidad en los últimos 600 años y que han moldeado el mapa intelectual de este sabio costarricense.

 

LA ÉTICA DE LA HUMILDAD

Pese a su saber, el doctor Jaramillo Antillón transmite esa sencillez y esa humanidad que lo hicieron distinguirse en la academia, fue catedrático de medicina en la Universidad de Costa Rica, e incluso en la política, en la que es tan difícil articular acciones, no obstante, como Ministro de Salud, en el período 1982-1986, pudo impulsar una serie de medidas que aspiraban a mejorar la salud del pueblo costarricense, una de sus grandes preocupaciones desde que viviera aquella experiencia de tener que tratar a aborígenes mexicanos prácticamente sin medicamentos, en la que aprendió, también, que la sabiduría popular y la solidaridad eran capaces de obrar milagros.

Mientras discurre el encuentro, el doctor deja entrever asomos de su humor y le dice a la fotógrafa que él se parece a un Brad Pitt pero con 80 años.

“No soy John Wayne o Robert Tylor. Le digo esos nombres porque no conozco a las estrellas del cine de ahora”, y lo dice con un tono casi de disculpa.

Amante de la ciencia ficción, en especial de Isaac Asimov, el doctor Antillón recuerda que ya en primero y segundo año de escuela había leído a Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, y los libros de Emilio Salgari, los que desde entonces le despertaron ese amor por la imaginación.

Pese a ser un gran lector, capaz de devorar un libro de 300 páginas en cinco horas, reconoce que su fuerte no es la escritura y que siempre tuvo problemas con la ortografía, porque, quizá por su sordera, tuvo dificultades con los acentos.

“Porque leo muy rápido retengo poco, por eso quien vea mis libros descubrirá que todos están subrayados. No hay un solo libro de mis 15.000 que tengo en la biblioteca que no esté subrayado”.

VALENTÍA INTELECTUAL

 

Cuando publicó ¿El sexo débil de la mujer?, en 1997, recuerda que un grupo de intelectuales de la Universidad de Costa Rica lo acusaron de ser un escritor machista y de que el libro atentaba contra la mujer.

Ello lo obligó a participar en dos seminarios, en los que tuvo que defender, solo, la tesis de que el hombre y la mujer tienen diferencias biológicas y de conducta, y que son las que han permitido la evolución de la raza humana.

“Ya estaba muy sordo y aún así me aventuré asistir a los dos seminarios. En uno de ellos recuerdo que solo estaban dos hombres y 98 mujeres. Al final, creo que salí bien, porque se entendió que en ningún momento escribí para denigrar a la mujer, sino para hacer ver las diferencias entre ambos”.

El libro, en efecto, está dedicado a su esposa y compañera Mabel Borges por 52 años .

Como intelectual comprometido, el doctor no se esconde en temas que despiertan muchas interpretaciones, como el caso de la familia.

“Sobre este tema le puedo responder con Aristóteles, que ante la pregunta en mi libro Conversaciones con grandes figuras de la historia, él dice: ‘La familia es el núcleo del Estado y lo precede. Yo apoyo la permanencia de la familia como institución social dentro del Estado, pues creo que si desaparece, aún la unidad del Estado se resentirá’. Eso es lo que Aristóteles dice. Por mi parte, y ante la disolución de la familia que estamos viendo suceder en el mundo, la sociedad como un todo va a pagar las consecuencias de ello”.

MEMORIAS

Tras 38 libros, varios ya citados, que abarcan los más dispares saberes del conocimiento humano, el doctor Jaramillo Antillón se ha embarcado en otra gran tarea, que le supondrá, no ya ahondar en la vida de científicos, pensadores y escritores, sino en la suya propia.

Es hacer de nuevo el recorrido desde los pequeños años cuando con su padre Juan Jaramillo viajaba por aquella San José rural y de un espíritu muy distinto al de hoy, en la que aún predominaba un paisaje muy costarricense del cafetal y en la que todos se reconocían con una simple mirada.

Ahora en estas memorias le tocará enfrentarse a sus aciertos, miedos y descubrimientos. El viaje, en esta ocasión, será a la inversa, solo que tendrá la suerte de que lo acompañarán numerosos espíritus que ha ido descubriendo a lo largo de su extensa vida de pensador y escritor, y entre ellos no podrá faltar, cómo no, Cervantes, cuyo Quijote debió leer varias veces para comprender, en parte, su hondo significado.

“Al principio no lo entendí. Es que uno en el colegio no está preparado. Tuve que leerlo varias veces para aproximarme a este libro maravilloso. Esa amistad entre una persona enferma, como era Don Quijote, y Sancho, que era cuerdo, fue extraordinaria. “Qué respeto y qué cariño se creó entre ellos. Es algo excepcional. La mayor enseñanza del Quijote es que en el mundo hay gente buena y capaz de arriesgar su prestigio y riqueza para mejorarlo.

“El Quijote es inagotable. Lo he leído con la pasión con que he leído las biblias. Y me interesan mucho las interpretaciones que han hecho de él los grandes escritores”.

Y si de escritores se trata, en su caso, escribe con un afán que le da sentido a su vida de médico e intelectual comprometido: compartir el conocimiento que es capaz de mejorar al ser humano.

“Yo escribo para el porvenir”, expresa, mientras los amighettis colgados en la pared rematan el cuadro que representa este hombre educado y sencillo, que ha cruzado mares, fronteras y tiempos, para extraer el saber de las fuentes más disímiles y profundas que encierran como un tesoro el saber de la humanidad.

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El doctor Juan Jaramillo Antillón es uno de los pocos enciclopedistas que quedan en Costa Rica. (Foto Katya Alvarado, Semanario Universidad).

Publicado originalmente en el Semanario Universidad

Claridad en la escritura

(11 de agosto, 2015). A menudo se cree que la claridad en la escritura es un mero ornamento, con lo cual se olvida que el mundo lo aprehendemos a partir del pensamiento y que el pensamiento a su vez es, esencialmente, lenguaje.

Aquel viejo adagio de que “somos lo que pensamos” conlleva una profundidad enorme y refleja la importancia que tiene el lenguaje de forma individual y empresarial.

De ahí que la claridad en la escritura sea un componente determinante si una empresa procura comunicarse bien tanto interna como externamente.

La claridad en la escritura es, por ende, un tema a considerar dentro del esquema organizativo y comunicacional.

Un texto mal escrito, con errores ortográficos, con un lenguaje enmarañado, solo produce confusión y malentendidos, con lo que la organización o el individuo se ven afectados de forma directa.

redacción