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Ser un buen lector es imprescidible para redactar bien

 

De la serie: cómo mejorar nuestra redacción

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 08 DE MAYO-2017). En Costa Rica existe una especie de epidemia relacionada con la redacción deficiente que exhiben a diario periodistas, abogados, maestros, profesores y estudiantes, y el mal, como lo decía Ignacio Bosque, de la Real Academia de la Lengua, siempre apunta a un hábito de lectura inexistente.

El tema, que parece obvio, en realidad no lo es. Y prueba de ello es que el escritor  español David Trueba dedicaba un artículo a dicho asunto, ante la constatación de que muchos de sus colegas son pobres lectores.

Todos los consejos para escribir conducen al mismo río: primero hay que ser un lector voraz, para luego intentar articular historias en los diferentes géneros. Y lo mismo sucede con la redacción a un nivel básico: si quien pretende redactar bien no lee, difícilmente alcanzará una escritura con corrección.

Un buen lector, aconsejaba a sus alumnos el escritor y periodista Carlos Morales, debe leerse al menos un libro por semana. Y el escritor español Fernando Sánchez Dragó iba aún más lejos: sostenía hace poco, que él en promedio se leía 500 libros al año.

No vamos a ser tan exigentes. Con que usted se lea un artículo al día y un libro al mes, es un comienzo aceptable que rendirá frutos en su afán de mejorar su escritura.

¿Por qué se insiste tanto en este principio de la lectura? Porque la lectura permite mejorar la sintaxis, la puntuación, la precisión, las estructuras, en fin, todo lo que tenga relación con la gramática, y es un aprendizaje que se realiza desde la creatividad, al internarse el lector en mil y una historias.

Así que el primer paso para mejorar la redacción es empezar a leer con una pasión insaciable y  un apetito voraz, es decir, hay que convertirse en una rata de biblioteca.

 

 

 

Escribir bien va más allá de un acto ornamental

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 30 DE MAYO, 2016). Alex Grijelmo, autor de numerosos libros sobre el castellano, asegura en “Defensa Apasionada del Idioma Español” que a menudo la gente cuida su vestido, llega impecablemente a las entrevistas y trata de dar la mejor apariencia posible, hasta que esta se tuerce cuando escriben un texto o contesta un formulario.

Es el momento en el que un texto descuidado dice más que la indumentaria y es cuando los responsables de recursos humanos empiezan a sacar las conclusiones de qué nivel tiene ese candidato al puesto.

De ahí que es de suma relevancia escribir bien. La pregunta que surge de inmediato es:

¿cómo lo logro? La gran recomendación para ello, siempre omnipresente, es que se ha de empezar por la lectura. Quien no lee jamás escribirá bien, ni siquiera con corrección media.

En Facebook y otras plataformas sociales la gente, sin saberlo quizá, exhibe sus faltas ortográficas y gramaticales sin el menor pudor y evidencia la enorme necesidad de mejorar en este campo.

La buena noticia es que se puede mejorar, y mucho, si hay disposición para aprehender el maravilloso idioma de Cervantes.

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Cuando me pensione, seré escritor

 

(25 DE AGOSTO, 2015). Entre las personas que desean ser escritoras es usual escuchar la siguiente frase: “cuando me pensione, me podré a escribir”. Cada vez que la escucho sé, de inmediato, que ese será un sueño fallido.

No imagino a alguien que aspire a ser un virtuoso con el piano que diga que a sus 60 o 65 años se pondrá a estudiar el instrumento, para dar su primer concierto a los 70.

Con la escritura sucede algo similar: se ha de empezar cuanto antes y se ha de escribir, tachar, comprarse un basurero, mucho papel, o mucha tinta, y empezar la maravillosa aventura sin los temores que a menudo acosan al escritor en ciernes.

Decir, por ende, que empezará a escribir una vez que llegue la edad de la jubilación, es un anuncio de que ese libro que tanto soñó con escribir probablemente nunca se hará realidad.

Escribir es una aventura personal, magnífica, irrepetible, pero que debe comenzar hoy mismo y no debe estar obstaculizada por temores y falsas expectativas.

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Escribir es una habilidad que ha de cultivarse toda la vida, como lo hizo el gran Hemingway.

Si le interesa participar en alguno de nuestros talleres, comuníquese a: informacion@joseeduardomora.com

Apalizar, coloquialismo equivalente a dar una paliza

Recomendación urgente del día

 

(19 DE AGOSTO, 2015). El verbo apalizar aparece registrado en algunos de los principales diccionarios de uso de referencia y puede considerarse una alternativa coloquial válida a vapulearapalearagredir dar una paliza.

Utilizado mayoritariamente en noticias deportivas, este término ha ido extendiendo su uso a otros contextos, de modo que no es extraño leer frases como «Simona Halep apaliza a Serena Williams en Singapur», «Se concentra en las costillas de Neville y lo apaliza en la esquina» o «Los cabezas rapadas acusados de apalizar a antifascistas pagan 97 000 euros por perjuicios».

Aunque la Real Academia Española no ha incorporado este verbo a la vigesimotercera edición del Diccionario académico, tanto el diccionario Clave como el Diccionario del español actual  lo incluyen en sus páginas con el significado de ‘dar una paliza o golpear’.

Como puede apreciarse en los ejemplos anteriores, todos ellos válidos, apalizar puede emplearse en el sentido recto de someter a castigo físico a una persona, así como en su sentido figurado, según sucede en el primer caso.

En efecto, en este ejemplo no se informa de que Serena Williams haya sido víctima de agresión alguna, sino de que la tenista ha sufrido una ‘derrota amplia que alguien inflige o padece en una disputa o en cualquier enfrentamiento, juego, competición deportiva, etc.’, conforme a la definición del sustantivo paliza, este sí recogido en el Diccionario académico.

En definitiva, el verbo apalizar está bien creado a partir de paliza, como alunizar atemorizar a partir de luna temor, si bien se recuerda que su uso es coloquial y que, por tanto, en contextos más formales resulta preferible optar por verbos como vapulear («… y lo vapulea en la esquina»), apalear o agredir («Los cabezas rapadas acusados de apalear/agredir a antifascistas…»).

 

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Esta es una columna diaria de al Fundéu BBVA y aquí se reproduce con el afán de que nuestros lectores aprovechen tan excelente material.

La gran aventura del saber

José Eduardo Mora                                                                                                 

Máster en Literatura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 12 DE AGOSTO, 2015). En una de sus últimas entrevistas el escritor Isaac Asimov cuenta que el Presidente Franklin D. Rossevelt visitó en el hospital al reconocido jurista Oliver Wendell Holmes, y que lo encontró estudiando gramática griega.

El mandatario, entonces, le preguntó la razón por la cual a sus 90 años aún estudiaba tan difícil materia, con la sombra de una fuerte enfermedad que lo amenazaba con la muerte inminente, a lo que Wendell respondió: porque quiero mejorar mi mente.

El doctor Juan Jaramillo Antillón, desde los cinco años, empezó la gran aventura de su vida en su búsqueda incesante del conocimiento humano, y ya lleva 75 años ininterrumpidos de hurgar en los 15.000 volúmenes de su biblioteca, a la que hoy, todavía, consagra horas y horas en pos de encontrar la sabiduría que esconden los numerosos libros.

Está sordo y en una silla de ruedas, pero eso no son obstáculos para continuar con su gran empresa del saber, que se distingue por una particularidad: compartir ese conocimiento.

Por eso inició un diálogo que se traduce en 36 libros, decenas de ensayos y numerosas conferencias pronunciadas en diferentes partes del mundo. Como médico cirujano graduado en México, y profesor durante 38 años en la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica, acumula reconocimientos y aplausos, pero cuando le pregunté por el Premio Magón, me dijo que en una oportunidad había sido candidato, pero que lo desestimaron por “considerar que sus escritos eran de carácter científico”.

El niño que aprendió a leer en los carteles viejos de la capital mientras su padre lo llevaba por diferentes partes de aquella San José de los años treintas del siglo pasado, sigue hoy tan asombrado con el pensar humano como en sus primeros días.

Ha escrito sobre medicina, que fue su profesión durante 40 años, sobre física cuántica, filosofía, grandes personajes de la historia, evolución humana y sobre la mujer, entre otros muchos temas: lo suyo es un saber enciclopedista.

Ese afán por el saber tiene en él una particularidad: cada conocimiento que adquiere ha procurado traducirlo a un lenguaje sencillo, para que el hombre de la calle pueda entenderlo.

No escribe, y lo afirma con énfasis, para los eruditos, sino más bien para el hombre que se debate en el día a día contra las circunstancias.

“Soy un comunicador innato. Nunca he escrito para los especialistas, excepto los libros de medicina, sino más bien para la gente común”.

Y esa fase de comunicador simplemente la transpira. De cuando en cuando advierte de que ya está viejo y de que a los viejos les gusta hablar mucho. “Avíseme cuando me paso”.

El encuentro se realiza en su casa y contamos con el auxilio de su ayudante Rosario Martínez, quien tiene 25 años de vivir con la familia, y es ella la que escribe en una pequeña pizarra las preguntas que se le van formulando, dada la citada incapacidad auditiva.

Su dolencia física, lo han operados dos veces de la columna, su impedimento para movilizarse por su cuenta –está en una silla de ruedas—y su sordera no le impiden al doctor haber continuado con esa pasión sin límites por el conocimiento humano.

La biblia es una de sus grandes fuentes. Empezó a leerla con pasión cuando comenzó a dudar de los dogmas católicos, religión que abrazó, sobre todo, en sus años de juventud.

Hoy día cuenta con 14 versiones de la biblia, entre las que se encuentran la judía, la católica, la calvinista y la metodista. También ha incursionado en el estudio del Corán: “he querido conocer las contradicciones en que incurren las diferentes versiones”.

Y añade: “El evangelio de San Juan, escrito unos cien años después, por ejemplo, es muy distinto de los otros”.

Cuando va narrando esas diferencias, en su mirada se trasluce la satisfacción de haber iniciado esa gran aventura del conocimiento para ponerlo al servicio de los otros.

Fue en el pueblito de San Javier, en Sinaloa, México, a 3.500 kilómetros del Distrito Federal, allá por 1959, cuando fue a hacer parte de su servicio social, donde el hoy erudito se dio cuenta de que como médico el conocimiento técnico le era insuficiente para entender a sus pacientes.

“Descubrí que había un problema. Si quería entender al enfermo debía conocerlo en toda su dimensión humana. Y ello tenía que ver con la antropología, la sociología, la psicología. Solo así podía aproximarme al ser humano para comprender al paciente”.

Y ahí empezó ese gran sendero hacia el saber, porque después entroncó esa búsqueda insaciable con la filosofía, la física cuántica y la historia, entre otros conocimientos del hombre.

Durante muchos años, a pesar de que podía haber tenido una jornada de nueve horas en las cuales había realizado varias cirugías, el doctor Jaramillo Antillón llegaba a su casa a eso de las 7 p.m. y tras una leve pausa para descansar y conversar con su esposa Mabel Borges, sobre las vicisitudes del día, se internaba en su biblioteca cinco o seis horas a leer sobre avances, descubrimientos, biografías: ciencia, cultura, ciencia ficción, literatura, hasta que muchas veces podía sorprenderlo el amanecer del nuevo día.

Al doctor Jaramillo Antillón lo asistía, sin saberlo quizá, aquel viejo anhelo del escritor italiano Giovanny Papini, quien en su juventud albergó por muchos años la idea de escribir la gran enciclopedia cultural de la humanidad en varios tomos, hasta que el tiempo terminó por vencerlo y abandonó su gigantesca empresa.

Este afán por estudiar– a partir de la lectura en varios idiomas, entre ellos el inglés, francés, italiano y portugués–, profundizar y compartir ese conocimiento, le ha llevado a la descomunal tarea de escribir libros como: La cultura contra el mundo; La crisis en el seguro social de Costa Rica; La conducta animal del ser humano y el destino de nuestro mundo; La evolución de la cultura; historia y filosofía de la medicina; Gerencia y administración de servicios médicos y hospitales; Salud y seguridad social; Importancia de la medicina en la sociedad; ¿El sexo débil de la mujer?; La aventura humana; las paradojas de la ciencia; El tiempo y la mente; Lo humano de los genios; El cáncer, fundamentos de oncología; Historia y evolución del seguro social en Costa Rica; Evaluación y Acreditación para el control de calidad en escuelas de medicina y servicios médicos hospitalarios; Cáncer gástrico; Enfermedades de la tiroides y paratiroides; Historia y filosofía de la salud y la medicina; los problemas de la salud en Costa Rica; Reflexiones; Hemorragias digestivas; Conversaciones con las grandes figuras de la historia y El tiempo y la mente.

Sus textos, como se aprecia, se han movido siempre en ese círculo que procura aprehender al ser humano en toda su dimensión. También ha escrito sobre física cuántica que es otra de sus pasiones.

Por La aventura humana recibió el premio Aquileo J. Echeverría de Ensayo en 1992 y el volumen tuvo que ser reeditado.

En este texto el autor se adentra en un extenso recorrido que procura explicar la vida a partir de la evolución de millones de años y se apoya en multitud de fuentes para explicarle al lector los orígenes de dónde venimos.

Lo más trascendente es que quien se acerque con una inquietud por ahondar en este espinoso tema, salga al final con más dudas e inquietudes que certezas, y de ser así el premio para el ensayista estará dado, porque le recuerda aquella vieja máxima del ensayo, que es, justamente, la literatura de ideas siempre inacabadas.

Evolución cultural, ética, religión, pensamiento: el autor persigue, casi como si fuera un detective en funciones, ese hilo que lo vincule con un elemento, con un átomo que sea capaz de explicar el movimiento de la tierra y de las hondas preocupaciones que aquejan y revisten de fragilidad la condición humana.

La aventura humana es buen comienzo para nuevos lectores de este escritor que merece una mayor difusión y de que sus textos se estudien en escuelas y colegios del país.

Conversaciones con grandes figuras de la historia es un texto ideal para alumnos de cuarto y quinto año, para que una vez adentrados en las semblanzas en forma de diálogo que el autor trazó, tras largas investigaciones con los personajes que aparecen, se despierten intereses de ahondar más y más en esas figura señeras de la cultura universal.

“Todo lo que he estudiado se resume en este libro. Aquí hay una gran síntesis de lo que he sido como lector a lo largo de estos años”, nos dice en una esquina de su biblioteca a la que ya no le caben más libros y en la que tiene un lugar especial para los autores costarricenses, a los que aprecia y valora con esa pasión desbordada que caracteriza su búsqueda de la sabiduría.

En conversaciones con grandes figuras de la historia, un tomo de 542 páginas, usted podrá toparse con Tales de Mileto, Heráclito de Efeso, Demócrito, Sócrates, Akhenatón, Hammurabi, Hapshepsut, Buda, Confucio, Jesús, Lincoln, San Pablo, Baruch Spinoza, Darwin, Beethoven, Cervantes, Karl Popper, John Dewey, Copérnico y otro sin fin de pensadores, escritores y filósofos que han influido en la humanidad en los últimos 600 años y que han moldeado el mapa intelectual de este sabio costarricense.

 

LA ÉTICA DE LA HUMILDAD

Pese a su saber, el doctor Jaramillo Antillón transmite esa sencillez y esa humanidad que lo hicieron distinguirse en la academia, fue catedrático de medicina en la Universidad de Costa Rica, e incluso en la política, en la que es tan difícil articular acciones, no obstante, como Ministro de Salud, en el período 1982-1986, pudo impulsar una serie de medidas que aspiraban a mejorar la salud del pueblo costarricense, una de sus grandes preocupaciones desde que viviera aquella experiencia de tener que tratar a aborígenes mexicanos prácticamente sin medicamentos, en la que aprendió, también, que la sabiduría popular y la solidaridad eran capaces de obrar milagros.

Mientras discurre el encuentro, el doctor deja entrever asomos de su humor y le dice a la fotógrafa que él se parece a un Brad Pitt pero con 80 años.

“No soy John Wayne o Robert Tylor. Le digo esos nombres porque no conozco a las estrellas del cine de ahora”, y lo dice con un tono casi de disculpa.

Amante de la ciencia ficción, en especial de Isaac Asimov, el doctor Antillón recuerda que ya en primero y segundo año de escuela había leído a Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, y los libros de Emilio Salgari, los que desde entonces le despertaron ese amor por la imaginación.

Pese a ser un gran lector, capaz de devorar un libro de 300 páginas en cinco horas, reconoce que su fuerte no es la escritura y que siempre tuvo problemas con la ortografía, porque, quizá por su sordera, tuvo dificultades con los acentos.

“Porque leo muy rápido retengo poco, por eso quien vea mis libros descubrirá que todos están subrayados. No hay un solo libro de mis 15.000 que tengo en la biblioteca que no esté subrayado”.

VALENTÍA INTELECTUAL

 

Cuando publicó ¿El sexo débil de la mujer?, en 1997, recuerda que un grupo de intelectuales de la Universidad de Costa Rica lo acusaron de ser un escritor machista y de que el libro atentaba contra la mujer.

Ello lo obligó a participar en dos seminarios, en los que tuvo que defender, solo, la tesis de que el hombre y la mujer tienen diferencias biológicas y de conducta, y que son las que han permitido la evolución de la raza humana.

“Ya estaba muy sordo y aún así me aventuré asistir a los dos seminarios. En uno de ellos recuerdo que solo estaban dos hombres y 98 mujeres. Al final, creo que salí bien, porque se entendió que en ningún momento escribí para denigrar a la mujer, sino para hacer ver las diferencias entre ambos”.

El libro, en efecto, está dedicado a su esposa y compañera Mabel Borges por 52 años .

Como intelectual comprometido, el doctor no se esconde en temas que despiertan muchas interpretaciones, como el caso de la familia.

“Sobre este tema le puedo responder con Aristóteles, que ante la pregunta en mi libro Conversaciones con grandes figuras de la historia, él dice: ‘La familia es el núcleo del Estado y lo precede. Yo apoyo la permanencia de la familia como institución social dentro del Estado, pues creo que si desaparece, aún la unidad del Estado se resentirá’. Eso es lo que Aristóteles dice. Por mi parte, y ante la disolución de la familia que estamos viendo suceder en el mundo, la sociedad como un todo va a pagar las consecuencias de ello”.

MEMORIAS

Tras 38 libros, varios ya citados, que abarcan los más dispares saberes del conocimiento humano, el doctor Jaramillo Antillón se ha embarcado en otra gran tarea, que le supondrá, no ya ahondar en la vida de científicos, pensadores y escritores, sino en la suya propia.

Es hacer de nuevo el recorrido desde los pequeños años cuando con su padre Juan Jaramillo viajaba por aquella San José rural y de un espíritu muy distinto al de hoy, en la que aún predominaba un paisaje muy costarricense del cafetal y en la que todos se reconocían con una simple mirada.

Ahora en estas memorias le tocará enfrentarse a sus aciertos, miedos y descubrimientos. El viaje, en esta ocasión, será a la inversa, solo que tendrá la suerte de que lo acompañarán numerosos espíritus que ha ido descubriendo a lo largo de su extensa vida de pensador y escritor, y entre ellos no podrá faltar, cómo no, Cervantes, cuyo Quijote debió leer varias veces para comprender, en parte, su hondo significado.

“Al principio no lo entendí. Es que uno en el colegio no está preparado. Tuve que leerlo varias veces para aproximarme a este libro maravilloso. Esa amistad entre una persona enferma, como era Don Quijote, y Sancho, que era cuerdo, fue extraordinaria. “Qué respeto y qué cariño se creó entre ellos. Es algo excepcional. La mayor enseñanza del Quijote es que en el mundo hay gente buena y capaz de arriesgar su prestigio y riqueza para mejorarlo.

“El Quijote es inagotable. Lo he leído con la pasión con que he leído las biblias. Y me interesan mucho las interpretaciones que han hecho de él los grandes escritores”.

Y si de escritores se trata, en su caso, escribe con un afán que le da sentido a su vida de médico e intelectual comprometido: compartir el conocimiento que es capaz de mejorar al ser humano.

“Yo escribo para el porvenir”, expresa, mientras los amighettis colgados en la pared rematan el cuadro que representa este hombre educado y sencillo, que ha cruzado mares, fronteras y tiempos, para extraer el saber de las fuentes más disímiles y profundas que encierran como un tesoro el saber de la humanidad.

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El doctor Juan Jaramillo Antillón es uno de los pocos enciclopedistas que quedan en Costa Rica. (Foto Katya Alvarado, Semanario Universidad).

Publicado originalmente en el Semanario Universidad

Claridad en la escritura

(11 de agosto, 2015). A menudo se cree que la claridad en la escritura es un mero ornamento, con lo cual se olvida que el mundo lo aprehendemos a partir del pensamiento y que el pensamiento a su vez es, esencialmente, lenguaje.

Aquel viejo adagio de que “somos lo que pensamos” conlleva una profundidad enorme y refleja la importancia que tiene el lenguaje de forma individual y empresarial.

De ahí que la claridad en la escritura sea un componente determinante si una empresa procura comunicarse bien tanto interna como externamente.

La claridad en la escritura es, por ende, un tema a considerar dentro del esquema organizativo y comunicacional.

Un texto mal escrito, con errores ortográficos, con un lenguaje enmarañado, solo produce confusión y malentendidos, con lo que la organización o el individuo se ven afectados de forma directa.

redacción

Los libros tristes

La vieja idea de que los libros no deben rayarse no es más que un malentendido. Lo triste es abrir esos libros que huelen a viejo pero que están intactos. Que solo son un ejemplar decorativo en la biblioteca o en la mesita de noche.

Los libros son para leerse, subrayarse y vivirlos intensamente. Mientras ello no suceda solo nos toparemos con libros tristes.

Una vez recibí en préstamo unos valiosísimos tomos sobre la Grecia antigua y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que, a pesar de los muchos años de tenerlos, su dueño ni siquiera se había molestado en pasar sus páginas, porque algunas venían con un error y había que cortarlas para poder tener acceso a ellas.

Ese fue el libro más triste con el que me he encontrado en mi vida. No obstante, una vez que lo empecé a leer descubrí sus maravillas.

Para apreciar mejor su contenido, hay que subrayar los libros, por lo que leer libros préstamos no es buena idea.

Y una vez que has leído, viene la tarea más hermosa del leer: el releer.

Ya lo dijo Borges que para él el mayor placer era releer, solo que para lograrlo estaba ese truco primario que es el de leer, desafío que no es tan fácil como parece, pero este será tema en nuestra próxima entrada en este blog.

Por ahora, hay que ganarle la batalla a los libros que aún no hemos abierto en nuestra biblioteca.

Libros
Los libros cerrados son una lástima porque se pierde toda su sabiduría.

La mona del estadio

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M.Sc. José Eduardo Mora

[/one-half-first][one-half]A la señora se le salió el racismo por los poros, por el corazón, por los brazos, por los pies, por los ojos, por la nariz, por la respiración, por todo lo que ella era y trataba de no ser, porque parecía ser buena parroquiana, de mi misa los domingos a las seis, para que no compitiera con el partido.[/one-half]

Y sí, ante la estupefacción de sus vecinos de grada, se puso en gesto de salida y comenzó a gesticular como un macaco para que las cámaras captaran su perfomance, como diría un crítico de teatro joven, y ahí estaba ella, con sus brazos a la altura de la cintura, su cuerpo pesado y su alma de mona, dándole a la prensa un material explosivo para las redes sociales.

ENTRE PARÉNTESIS

El gesto iba contra Mamadou Koné, ese número nueve negro del Racing de Santander originario de Costa de Marfil. El triste espectáculo sucedió en el partido de El Llagostera-Racing y de inmediato el equipo casa prohibió de por vida la entrada de la señorita simiesca, con toda su kinésica de la selva y su olor a rancio racismo, en la Europa que se desangra entra la crisis económica y la crisis de identidad.

El cuento, no obstante, no acaba con la sanción adoptada por el Llagostera, sino que más bien ahí empieza, porque resulta que la señorita simiesta, que hubiese sido un buen partido como modelo para Picasso o Botero, era empleada en el museo del Barcelona.

Y sí, el verbo ha de ir en pasado, porque apenas vieron a esa mona danzar sobre su cuerpo pesado, le recetaron el código de ética de 2010, porque en el Barcelona esas bailarinas no tienen cabida.

Magnífico gesto el del club azulgrana, que en Costa Rica debería imitarse, dado que de cuando en cuando aparecen esos aficionados, que, escondidos en la multitud, se transforman en monas y simios de su propio ser.

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Mandela fue un gran luchador contra el racismo.

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La mujer del súper

Escrito por José Eduardo Mora

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LLEVABA un vestido verde con puntos negros en círculos reiterados que recorrían de arriba a abajo toda su geografía.

La primera vez que nos topamos pasó con su carrito a una velocidad moderada y necesaria para cuando hay un alto tránsito de compradores. Reconozco que en este primer encuentro no me impresionó, aunque me llamó la atención que se rebelara contra las modas femeninas y usara un vestido, en contra de los jeans y las “t-shirts” de marca.

Seguí entonces con mi plan y me moví al lado de las frutas y las verduras y de pronto pasó ella de nuevo: contorneaba su cuerpo sin proponérselo y fue cuando descubrí sus piernas jóvenes y firmes, y empecé, por lo tanto, a demorarme en la escogencia de las uvas, de la papayas y de las manzanas.

Pasé con alguna demora a las verduras y mientras observaba los ayotes la vi de reojo y me sorprendió su cara joven, que no parecería encajar en una mujer que hacía poco, pensé, había alcanzado sus 33 años.

Aquellas piernas hubieran sido muy celebradas por el maestro Enrique Jardiel Poncela, quien se hubiera olvidado por un instante de sus misoginias quevedianas, y, estoy seguro, habría sacado varias greguerías de su chistera para homenajearla aunque fuera en voz baja y sin que nadie lo advirtiera.

Dada la situación circulé como correspondía a las carnes, en busca de un pollo para esas sopas nocturnas de verduras escasas, y para mi sorpresa ella pasó cerca de nuevo en pos de los pescados. A esta altura ya no sabía qué me había impresionado más: si sus piernas sólidas como torres o su vestido verde de puntos negros, cuyos círculos parecían girar en una atmósfera que rompía con lo cotidiano y absurdo del súper.

Confieso que apresuré la marcha para coincidir con ella en “los pescados” y ahí pude mirar el anillo que llevaba en ambas manos con la esperanza innecesaria de confirmar su soltería, pero he de aceptar que jamás he distinguido un anillo corriente de uno matrimonial, y entonces pensé que lo más probable era que su señor marido la estuviese esperando en el carro, o su novio, o su querido, vaya, la mujer puede escoger, pensé, o los tres estarían por ahí, cada uno sin saberlo, dando vueltas para esperarla a la salida del súper.

Dispuesto a no perderme la “bronca” que se avecinaba con los tres pretendientes al ataque, aligeré de nuevo mi paso por el área de panes y tuve la suerte de que el azar nos reuniera en el área de cajas. Por esa raras coincidencias, la compradora de adelante se tenía un lío tremendo con los envases de agua y mientras se decidía a llevar uno u otro, aproveché para mirar su cuerpo de venada joven.

En efecto, tenía unos ojos de avellana, una nariz aguileña discreta, el cabello negro a la altura de los hombros y unos labios finos y seguros. Parecía estar libre de ansiedades y por la serenidad que transmitía empecé a dudar de mi teoría de los tres pretendientes.

A lo mejor ella, pensé, había leído por error a Manuel Rivas, debido a que me daba la impresión de que no había leído más que los libros de texto obligados del colegio, y antes de dar el sí definitivo ante el altar, se acordó de aquel pasaje de uno de sus artículos, en los que el escritor gallego se preguntaba, asombrado, claro está, cómo dos seres libres en el mundo iban por su cuenta y gozo a jurarse amor eterno frente a un cura pardillo que sabía que la ceremonia era risa, circo y canto, pero nada más.

Lo rebelde ahora es casarse. Es de un romanticismo insensato y temerario. Cuando dos personas anuncian ese propósito a sus familiares o amistades, se produce un silencio luctuoso similar al de la naturaleza en vísperas de una catástrofe. Nadie brinda por ti. Lo que más puedes esperar es un abrazo de pésame y unas lágrimas de conmiseración.

Creí, entonces, que esta chica que parecía ser administradora, podría, en un acto milagroso, haberse topado con este Manuel Rivas irónico e imaginativo y al pie del altar había dado un paso atrás.

Como la caja no avanzaba me cambié a la de al lado, de ahí incluso podía mirar mejor a la chica del vestido verde con puntos negros para sacar mis últimas conclusiones antes de que se produjera la tragedia de los tres amantes fuera del súper.

Vi, entonces, que en su pie izquierdo tenía dos pequeñas heridas, casi imperceptibles, pero que denotaban algún apuro en la hora del baño o en algún ejercicio sabatino.

Pensé por un instante con alertarla sobre la posibilidad de los tres amantes en las afueras del súper, pero mi timidez me lo impidió; no obstante, por primera vez, le di pie para que me pillara observándola.

Desvié la mirada y confirmé que me precedían dos compradores, y volví a observarla por aquello de que a la salida se arma el desmadre del siglo y me culpara toda la vida por no haberla salvado de sus tres insensatos pretendientes, pero le di ventajas y pudo comprobar, de nuevo, que la veía con atención.

Pagué y me encontré con una noche en calma y sin las torrenciales lluvias de julio, y cuando daba vuelta en el parqueo para salir a la carretera, me pareció ver que ella acomodaba su mercadería solitaria y entonces caí en la cuenta de que no solo mi teoría era errónea, sino que tal vez esa mujer del vestido verde nunca existió, y que la fui construyendo en mi imaginación mientras compraba las verduras, las pastas, los atunes y los demás alimentos para retornar sin prisas y en silencio a mis cuarteles de invierno, y comprobar, esta vez con la mayor certeza del mundo, algo que sí es cierto y endemoniadamente triste: la Maribel Verdú sale todas las noches a cenar con su marido.

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Taller Escritura Práctica 1

Jose Eduardo Mora - Master en LiteraturaDescripción: Una buena comunicación puede cambiar su vida y el rumbo de su empresa. Comunicar bien por escrito es vital y determinante. Es un primer acercamiento al poder del lenguaje.
Se hace un diagnóstico de cada uno de los “talleristas” a partir del cual se trabajará.

Objetivo: Convertir la escritura en una herramienta crucial para comunicarnos con nuestros semejantes y nuestros clientes.

Duración: 8 semanas.

Tipo de curso: Se imparte con base en la modalidad del taller, es decir, se requiere de una gran interacción de los participantes.Jose Eduardo Mora - Master en Literatura

Valor: $150


Contenido: Consta de 8 semanas. Cada semana se avanza un módulo, los cuales se describen a continuación.

Módulo 1

Tema: El despertar.

Nos encanta el lenguaje. Cambiar el paradigma.

Módulo 2

Tema: La luz que nos faltaba.

Lo más trascendente en la escritura: la comunicación.

Módulo 3

Tema: ¿Quiénes somos?

El diagnóstico. ¿Cuáles son los principales problemas?

Módulo 4

 Tema: La importancia de respirar.

La puntuación: un ejercicio de respiración.

Módulo 5

Tema: Nuestro Traje diario.

¿Cómo mejorar la ortografía? La ortografía es un tema clave en la escritura.

Módulo 6

Tema: La red Invisible.

Cómo atar los párrafos. El hilo que los une.

Módulo 7

Tema: Los ladrillos de la pirámide.

Para mejorar la escritura, el mundo de las preposiciones.

Módulo 8

Tema: Un lenguaje especial.

Hablamos del lenguaje periodístico.


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Teléfonos: 8307-8184

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