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La primera clave para contar historias

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, JOSEEDUARDOMORA.COM). El gran poeta Rainer María Rilke lo dejó claro desde un principio: “si usted puede vivir sin escribir, no escriba”. Parece fuerte la afirmación, pero en realidad resume de manera maravillosa lo que significa adentrarse en las aguas turbulentas, mágicas y misteriosas de la escritura.

“Tiene que haber un fuego, una llama interior”, dijo el escritor Jordi Sierra i Fabra, quien después de haber publicado 500 libros, dice que se levanta cada día con el mismo afán, la misma ilusión como cuando no le habían publicado ni una línea.

La primera clave para escribir es sentir esa necesidad. Si atiende con cuidado las entrevistas de los escritores, notará que la mayoría asegura que comenzaron a escribir desde que eran niños. Y ya de mayores casi todos llevan una libreta y un lapicero para anotar reflexiones, observaciones, ideas, panoramas, etc., que luego sirva en su arte de escribir.

Se vive como escritor las 24 horas. Incluso los sueños pueden ser una materia maravillosa para que surjan historias literarias.

La clave está en sentir esa necesidad de contar historias. ¿Para qué? No siempre hay una respuesta convincente, porque ello se lleva en la sangre y sirve para ordenar y procurar entender el mundo que nos rodea.

Hay evidencias que incluso en los tiempos de la prehistoria del hombre, ya este experimentaba esa necesidad narrativa. Lo han corroborado las pinturas en cuevas, historias en papiros y en tablillas. Desde que el ser humano tiene conciencia de ser, ha necesitado contar historias para ordenar el mundo.

“Escribir es lo que cuenta”, dice el título de Heriberto Fiorillo, en un libro dedicado a indagar por qué varios escritores optaron por consagrar su vida a crear historias.

Y si no puede vivir sin escribir, como lo decía Rilke, es porque es seguro que tiene algo importante que contarle al mundo.

El valor terapéutico de la escritura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE OCTUBRE, 2017-EL JORNAL). Escribir historias propias o ajenas ha tenido, desde tiempos inmemoriales, un gran valor terapéutico para quien lo hace.

No se trata, entonces, de escribir para ganarnos el Premio Nobel de Literatura, que, por cierto, anuncian mañana, sino más bien como un camino, para tratar de encontrarnos con nosotros mismos.

La palabra, como instrumento en la curación del ser humano, ya la empleaban los médicos en la antigua Grecia. Al respecto, es recomendable el libro “La curación por la palabra”, del médico y escritor español Pedro Laín Entralgo.

La palabra, también, la emplearon con preponderancia los psicoanalistas y en terapias como la de Alcohólicos Anónimos (AA) es de gran valía para la recuperación del paciente.

De forma tal que escribir una historia con base en una experiencia personal o partir de una inquietud, un interés, una imagen o una observación, conlleva en sí la posibilidad de lograr un efecto de liberación, de encuentro, de alivio, de búsqueda o de trascendencia.

La palabra cura porque es  a través del lenguaje como conocemos y podemos aprehender el mundo.

En nuestro taller literario “Cómo escribir historias”, descubriremos el gran valor de la palabra para el ser humano y para generar historias que fascinen a nuestros semejantes.

El relato debe escribirse de un solo tirón

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE OCTUBRE, 2017). Los relatos, que muchas veces se confunden con los cuentos, deben escribirse de un solo golpe: sería imposible comenzar un relato, dejarlo a la mitad y retomarlo después. Nunca funcionaría.

Contrario a la novela, el relato es una narración que lleva un ritmo sostenido, que no puede detenerse mucho en digresiones, y para que tenga validez ha de llevar en sus entrañas la sangre que fluye detrás de él y que le da vida.

El dinosaurio, por ejemplo, de Augusto Tito Monterroso, posiblemente fue pensado por el autor guatemalteco durante mucho tiempo. Quizá años enteros, pero una vez que lo tenía claro se sentó y de un solo tirón, escribió: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

No es Guerra y Paz, ni Crimen y Castigo, ni Cien años de Soledad, pero su complejidad narrativa es innegable y se requiere de mucho talento y gran capacidad para haber inventado, muchos años antes de que la tecnología lo permitiera, a Twitter. Twitter nació con el dinosaurio de Tito Monterroso.

Este es uno de los aspectos que trataremos en Cómo escribir historias, nuestro próximo taller el 14 de octubre. Interesados comunicarse al WhatsApp 8307-8184.