(19 DE AGOSTO, 2015). El verbo apalizar aparece registrado en algunos de los principales diccionarios de uso de referencia y puede considerarse una alternativa coloquial válida a vapulear, apalear, agredir o dar una paliza.
Utilizado mayoritariamente en noticias deportivas, este término ha ido extendiendo su uso a otros contextos, de modo que no es extraño leer frases como «Simona Halep apaliza a Serena Williams en Singapur», «Se concentra en las costillas de Neville y lo apaliza en la esquina» o «Los cabezas rapadas acusados de apalizar a antifascistas pagan 97 000 euros por perjuicios».
Aunque la Real Academia Española no ha incorporado este verbo a la vigesimotercera edición del Diccionario académico, tanto el diccionario Clave como el Diccionario del español actual síloincluyen en sus páginas con el significado de ‘dar una paliza o golpear’.
Como puede apreciarse en los ejemplos anteriores, todos ellos válidos, apalizar puede emplearse en el sentido recto de someter a castigo físico a una persona, así como en su sentido figurado, según sucede en el primer caso.
En efecto, en este ejemplo no se informa de que Serena Williams haya sido víctima de agresión alguna, sino de que la tenista ha sufrido una ‘derrota amplia que alguien inflige o padece en una disputa o en cualquier enfrentamiento, juego, competición deportiva, etc.’, conforme a la definición del sustantivo paliza, este sí recogido en el Diccionario académico.
En definitiva, el verbo apalizar está bien creado a partir de paliza,como alunizar y atemorizara partir de luna y temor, si bien se recuerda que su uso es coloquial y que, por tanto, en contextos más formales resulta preferible optar por verbos como vapulear(«… y lo vapulea en la esquina»), apalearoagredir («Los cabezas rapadas acusados de apalear/agredir a antifascistas…»).
Esta es una columna diaria de al Fundéu BBVA y aquí se reproduce con el afán de que nuestros lectores aprovechen tan excelente material.
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 12 DE AGOSTO, 2015). En una de sus últimas entrevistas el escritor Isaac Asimov cuenta que el Presidente Franklin D. Rossevelt visitó en el hospital al reconocido jurista Oliver Wendell Holmes, y que lo encontró estudiando gramática griega.
El mandatario, entonces, le preguntó la razón por la cual a sus 90 años aún estudiaba tan difícil materia, con la sombra de una fuerte enfermedad que lo amenazaba con la muerte inminente, a lo que Wendell respondió: porque quiero mejorar mi mente.
El doctor Juan Jaramillo Antillón, desde los cinco años, empezó la gran aventura de su vida en su búsqueda incesante del conocimiento humano, y ya lleva 75 años ininterrumpidos de hurgar en los 15.000 volúmenes de su biblioteca, a la que hoy, todavía, consagra horas y horas en pos de encontrar la sabiduría que esconden los numerosos libros.
Está sordo y en una silla de ruedas, pero eso no son obstáculos para continuar con su gran empresa del saber, que se distingue por una particularidad: compartir ese conocimiento.
Por eso inició un diálogo que se traduce en 36 libros, decenas de ensayos y numerosas conferencias pronunciadas en diferentes partes del mundo. Como médico cirujano graduado en México, y profesor durante 38 años en la Escuela de Medicina de la Universidad de Costa Rica, acumula reconocimientos y aplausos, pero cuando le pregunté por el Premio Magón, me dijo que en una oportunidad había sido candidato, pero que lo desestimaron por “considerar que sus escritos eran de carácter científico”.
El niño que aprendió a leer en los carteles viejos de la capital mientras su padre lo llevaba por diferentes partes de aquella San José de los años treintas del siglo pasado, sigue hoy tan asombrado con el pensar humano como en sus primeros días.
Ha escrito sobre medicina, que fue su profesión durante 40 años, sobre física cuántica, filosofía, grandes personajes de la historia, evolución humana y sobre la mujer, entre otros muchos temas: lo suyo es un saber enciclopedista.
Ese afán por el saber tiene en él una particularidad: cada conocimiento que adquiere ha procurado traducirlo a un lenguaje sencillo, para que el hombre de la calle pueda entenderlo.
No escribe, y lo afirma con énfasis, para los eruditos, sino más bien para el hombre que se debate en el día a día contra las circunstancias.
“Soy un comunicador innato. Nunca he escrito para los especialistas, excepto los libros de medicina, sino más bien para la gente común”.
Y esa fase de comunicador simplemente la transpira. De cuando en cuando advierte de que ya está viejo y de que a los viejos les gusta hablar mucho. “Avíseme cuando me paso”.
El encuentro se realiza en su casa y contamos con el auxilio de su ayudante Rosario Martínez, quien tiene 25 años de vivir con la familia, y es ella la que escribe en una pequeña pizarra las preguntas que se le van formulando, dada la citada incapacidad auditiva.
Su dolencia física, lo han operados dos veces de la columna, su impedimento para movilizarse por su cuenta –está en una silla de ruedas—y su sordera no le impiden al doctor haber continuado con esa pasión sin límites por el conocimiento humano.
La biblia es una de sus grandes fuentes. Empezó a leerla con pasión cuando comenzó a dudar de los dogmas católicos, religión que abrazó, sobre todo, en sus años de juventud.
Hoy día cuenta con 14 versiones de la biblia, entre las que se encuentran la judía, la católica, la calvinista y la metodista. También ha incursionado en el estudio del Corán: “he querido conocer las contradicciones en que incurren las diferentes versiones”.
Y añade: “El evangelio de San Juan, escrito unos cien años después, por ejemplo, es muy distinto de los otros”.
Cuando va narrando esas diferencias, en su mirada se trasluce la satisfacción de haber iniciado esa gran aventura del conocimiento para ponerlo al servicio de los otros.
Fue en el pueblito de San Javier, en Sinaloa, México, a 3.500 kilómetros del Distrito Federal, allá por 1959, cuando fue a hacer parte de su servicio social, donde el hoy erudito se dio cuenta de que como médico el conocimiento técnico le era insuficiente para entender a sus pacientes.
“Descubrí que había un problema. Si quería entender al enfermo debía conocerlo en toda su dimensión humana. Y ello tenía que ver con la antropología, la sociología, la psicología. Solo así podía aproximarme al ser humano para comprender al paciente”.
Y ahí empezó ese gran sendero hacia el saber, porque después entroncó esa búsqueda insaciable con la filosofía, la física cuántica y la historia, entre otros conocimientos del hombre.
Durante muchos años, a pesar de que podía haber tenido una jornada de nueve horas en las cuales había realizado varias cirugías, el doctor Jaramillo Antillón llegaba a su casa a eso de las 7 p.m. y tras una leve pausa para descansar y conversar con su esposa Mabel Borges, sobre las vicisitudes del día, se internaba en su biblioteca cinco o seis horas a leer sobre avances, descubrimientos, biografías: ciencia, cultura, ciencia ficción, literatura, hasta que muchas veces podía sorprenderlo el amanecer del nuevo día.
Al doctor Jaramillo Antillón lo asistía, sin saberlo quizá, aquel viejo anhelo del escritor italiano Giovanny Papini, quien en su juventud albergó por muchos años la idea de escribir la gran enciclopedia cultural de la humanidad en varios tomos, hasta que el tiempo terminó por vencerlo y abandonó su gigantesca empresa.
Este afán por estudiar– a partir de la lectura en varios idiomas, entre ellos el inglés, francés, italiano y portugués–, profundizar y compartir ese conocimiento, le ha llevado a la descomunal tarea de escribir libros como: La cultura contra el mundo; La crisis en el seguro social de Costa Rica; La conducta animal del ser humano y el destino de nuestro mundo; La evolución de la cultura; historia y filosofía de la medicina; Gerencia y administración de servicios médicos y hospitales; Salud y seguridad social; Importancia de la medicina en la sociedad; ¿El sexo débil de la mujer?; La aventura humana; las paradojas de la ciencia; El tiempo y la mente; Lo humano de los genios; El cáncer, fundamentos de oncología; Historia y evolución del seguro social en Costa Rica; Evaluación y Acreditación para el control de calidad en escuelas de medicina y servicios médicos hospitalarios; Cáncer gástrico; Enfermedades de la tiroides y paratiroides; Historia y filosofía de la salud y la medicina; los problemas de la salud en Costa Rica; Reflexiones; Hemorragias digestivas; Conversaciones con las grandes figuras de la historia y El tiempo y la mente.
Sus textos, como se aprecia, se han movido siempre en ese círculo que procura aprehender al ser humano en toda su dimensión. También ha escrito sobre física cuántica que es otra de sus pasiones.
Por La aventura humana recibió el premio Aquileo J. Echeverría de Ensayo en 1992 y el volumen tuvo que ser reeditado.
En este texto el autor se adentra en un extenso recorrido que procura explicar la vida a partir de la evolución de millones de años y se apoya en multitud de fuentes para explicarle al lector los orígenes de dónde venimos.
Lo más trascendente es que quien se acerque con una inquietud por ahondar en este espinoso tema, salga al final con más dudas e inquietudes que certezas, y de ser así el premio para el ensayista estará dado, porque le recuerda aquella vieja máxima del ensayo, que es, justamente, la literatura de ideas siempre inacabadas.
Evolución cultural, ética, religión, pensamiento: el autor persigue, casi como si fuera un detective en funciones, ese hilo que lo vincule con un elemento, con un átomo que sea capaz de explicar el movimiento de la tierra y de las hondas preocupaciones que aquejan y revisten de fragilidad la condición humana.
La aventura humana es buen comienzo para nuevos lectores de este escritor que merece una mayor difusión y de que sus textos se estudien en escuelas y colegios del país.
Conversaciones con grandes figuras de la historia es un texto ideal para alumnos de cuarto y quinto año, para que una vez adentrados en las semblanzas en forma de diálogo que el autor trazó, tras largas investigaciones con los personajes que aparecen, se despierten intereses de ahondar más y más en esas figura señeras de la cultura universal.
“Todo lo que he estudiado se resume en este libro. Aquí hay una gran síntesis de lo que he sido como lector a lo largo de estos años”, nos dice en una esquina de su biblioteca a la que ya no le caben más libros y en la que tiene un lugar especial para los autores costarricenses, a los que aprecia y valora con esa pasión desbordada que caracteriza su búsqueda de la sabiduría.
En conversaciones con grandes figuras de la historia, un tomo de 542 páginas, usted podrá toparse con Tales de Mileto, Heráclito de Efeso, Demócrito, Sócrates, Akhenatón, Hammurabi, Hapshepsut, Buda, Confucio, Jesús, Lincoln, San Pablo, Baruch Spinoza, Darwin, Beethoven, Cervantes, Karl Popper, John Dewey, Copérnico y otro sin fin de pensadores, escritores y filósofos que han influido en la humanidad en los últimos 600 años y que han moldeado el mapa intelectual de este sabio costarricense.
LA ÉTICA DE LA HUMILDAD
Pese a su saber, el doctor Jaramillo Antillón transmite esa sencillez y esa humanidad que lo hicieron distinguirse en la academia, fue catedrático de medicina en la Universidad de Costa Rica, e incluso en la política, en la que es tan difícil articular acciones, no obstante, como Ministro de Salud, en el período 1982-1986, pudo impulsar una serie de medidas que aspiraban a mejorar la salud del pueblo costarricense, una de sus grandes preocupaciones desde que viviera aquella experiencia de tener que tratar a aborígenes mexicanos prácticamente sin medicamentos, en la que aprendió, también, que la sabiduría popular y la solidaridad eran capaces de obrar milagros.
Mientras discurre el encuentro, el doctor deja entrever asomos de su humor y le dice a la fotógrafa que él se parece a un Brad Pitt pero con 80 años.
“No soy John Wayne o Robert Tylor. Le digo esos nombres porque no conozco a las estrellas del cine de ahora”, y lo dice con un tono casi de disculpa.
Amante de la ciencia ficción, en especial de Isaac Asimov, el doctor Antillón recuerda que ya en primero y segundo año de escuela había leído a Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, y los libros de Emilio Salgari, los que desde entonces le despertaron ese amor por la imaginación.
Pese a ser un gran lector, capaz de devorar un libro de 300 páginas en cinco horas, reconoce que su fuerte no es la escritura y que siempre tuvo problemas con la ortografía, porque, quizá por su sordera, tuvo dificultades con los acentos.
“Porque leo muy rápido retengo poco, por eso quien vea mis libros descubrirá que todos están subrayados. No hay un solo libro de mis 15.000 que tengo en la biblioteca que no esté subrayado”.
VALENTÍA INTELECTUAL
Cuando publicó ¿El sexo débil de la mujer?, en 1997, recuerda que un grupo de intelectuales de la Universidad de Costa Rica lo acusaron de ser un escritor machista y de que el libro atentaba contra la mujer.
Ello lo obligó a participar en dos seminarios, en los que tuvo que defender, solo, la tesis de que el hombre y la mujer tienen diferencias biológicas y de conducta, y que son las que han permitido la evolución de la raza humana.
“Ya estaba muy sordo y aún así me aventuré asistir a los dos seminarios. En uno de ellos recuerdo que solo estaban dos hombres y 98 mujeres. Al final, creo que salí bien, porque se entendió que en ningún momento escribí para denigrar a la mujer, sino para hacer ver las diferencias entre ambos”.
El libro, en efecto, está dedicado a su esposa y compañera Mabel Borges por 52 años .
Como intelectual comprometido, el doctor no se esconde en temas que despiertan muchas interpretaciones, como el caso de la familia.
“Sobre este tema le puedo responder con Aristóteles, que ante la pregunta en mi libro Conversaciones con grandes figuras de la historia, él dice: ‘La familia es el núcleo del Estado y lo precede. Yo apoyo la permanencia de la familia como institución social dentro del Estado, pues creo que si desaparece, aún la unidad del Estado se resentirá’. Eso es lo que Aristóteles dice. Por mi parte, y ante la disolución de la familia que estamos viendo suceder en el mundo, la sociedad como un todo va a pagar las consecuencias de ello”.
MEMORIAS
Tras 38 libros, varios ya citados, que abarcan los más dispares saberes del conocimiento humano, el doctor Jaramillo Antillón se ha embarcado en otra gran tarea, que le supondrá, no ya ahondar en la vida de científicos, pensadores y escritores, sino en la suya propia.
Es hacer de nuevo el recorrido desde los pequeños años cuando con su padre Juan Jaramillo viajaba por aquella San José rural y de un espíritu muy distinto al de hoy, en la que aún predominaba un paisaje muy costarricense del cafetal y en la que todos se reconocían con una simple mirada.
Ahora en estas memorias le tocará enfrentarse a sus aciertos, miedos y descubrimientos. El viaje, en esta ocasión, será a la inversa, solo que tendrá la suerte de que lo acompañarán numerosos espíritus que ha ido descubriendo a lo largo de su extensa vida de pensador y escritor, y entre ellos no podrá faltar, cómo no, Cervantes, cuyo Quijote debió leer varias veces para comprender, en parte, su hondo significado.
“Al principio no lo entendí. Es que uno en el colegio no está preparado. Tuve que leerlo varias veces para aproximarme a este libro maravilloso. Esa amistad entre una persona enferma, como era Don Quijote, y Sancho, que era cuerdo, fue extraordinaria. “Qué respeto y qué cariño se creó entre ellos. Es algo excepcional. La mayor enseñanza del Quijote es que en el mundo hay gente buena y capaz de arriesgar su prestigio y riqueza para mejorarlo.
“El Quijote es inagotable. Lo he leído con la pasión con que he leído las biblias. Y me interesan mucho las interpretaciones que han hecho de él los grandes escritores”.
Y si de escritores se trata, en su caso, escribe con un afán que le da sentido a su vida de médico e intelectual comprometido: compartir el conocimiento que es capaz de mejorar al ser humano.
“Yo escribo para el porvenir”, expresa, mientras los amighettis colgados en la pared rematan el cuadro que representa este hombre educado y sencillo, que ha cruzado mares, fronteras y tiempos, para extraer el saber de las fuentes más disímiles y profundas que encierran como un tesoro el saber de la humanidad.
Publicado originalmente en el Semanario Universidad
(11 de agosto, 2015). A menudo se cree que la claridad en la escritura es un mero ornamento, con lo cual se olvida que el mundo lo aprehendemos a partir del pensamiento y que el pensamiento a su vez es, esencialmente, lenguaje.
Aquel viejo adagio de que “somos lo que pensamos” conlleva una profundidad enorme y refleja la importancia que tiene el lenguaje de forma individual y empresarial.
De ahí que la claridad en la escritura sea un componente determinante si una empresa procura comunicarse bien tanto interna como externamente.
La claridad en la escritura es, por ende, un tema a considerar dentro del esquema organizativo y comunicacional.
Un texto mal escrito, con errores ortográficos, con un lenguaje enmarañado, solo produce confusión y malentendidos, con lo que la organización o el individuo se ven afectados de forma directa.
La vieja idea de que los libros no deben rayarse no es más que un malentendido. Lo triste es abrir esos libros que huelen a viejo pero que están intactos. Que solo son un ejemplar decorativo en la biblioteca o en la mesita de noche.
Los libros son para leerse, subrayarse y vivirlos intensamente. Mientras ello no suceda solo nos toparemos con libros tristes.
Una vez recibí en préstamo unos valiosísimos tomos sobre la Grecia antigua y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que, a pesar de los muchos años de tenerlos, su dueño ni siquiera se había molestado en pasar sus páginas, porque algunas venían con un error y había que cortarlas para poder tener acceso a ellas.
Ese fue el libro más triste con el que me he encontrado en mi vida. No obstante, una vez que lo empecé a leer descubrí sus maravillas.
Para apreciar mejor su contenido, hay que subrayar los libros, por lo que leer libros préstamos no es buena idea.
Y una vez que has leído, viene la tarea más hermosa del leer: el releer.
Ya lo dijo Borges que para él el mayor placer era releer, solo que para lograrlo estaba ese truco primario que es el de leer, desafío que no es tan fácil como parece, pero este será tema en nuestra próxima entrada en este blog.
Por ahora, hay que ganarle la batalla a los libros que aún no hemos abierto en nuestra biblioteca.
(03 DE AGOSTO, 2015). La literatura, y en particular el cuento, puede tener un impacto extraordinario entre quienes la frecuentan, incluso en la salud.
En efecto, ya se habla de que la literatura se emplea en hospitales y en diferentes espacios, porque existen pruebas de que mejora el estado de las personas.
Los cuentos, con sus moralejas, algunas veces, en otras por su estructura corta, y por ese hálito de narración que encierran, contienen también elementos positivos para las personas.
En el link de este programa, se indaga sobre los valores curativos de los cuentos. Que lo disfruten.
Le interesa participar en nuestro próximo taller de literatura: escríbanos a: escrituraparalavida@gmail.com o contáctenos al 8307-8184.
Dejar volar la imaginación y crear mundo sin límites:
una experiencia inigualable para disfrutar en vacaciones.
Qué tan “cool” es escribir
De dónde vienen las historias
Qué voy a hacer con tantas historias
Cómo una historia puede cambiar el mundo
Cómo imaginar las historias
Cómo escribir mis historias
Las historias escritas serán publicadas en El Jornal y se hará un libro digital para ser descargado en Amazon y en Apple Store.
Taller de escritura para jóvenes entre 12 y 16 años.
Costo: $180
Fecha: 13 – 15 – 17 julio 2015
Hora: 10am a 12 pm
Lugar: Sabana Sur, San José.
Impartido por el Máster en Literatura José Eduardo Mora, autor de La Gran Hazaña, el libro que recoge la memorable historia de Costa Rica en Brasil 2014.
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 11 DE JUNIO, 2015). En “joseeduardomora.com” hemos decidido abrir un taller permanente de edición, por lo que lo invitamos a enviarnos sus textos cortos (máximo 3500 caracteres) y se los devolveremos corregidos y con observaciones de cómo puede evitar ese tipo de errores.
Somos unos apasionados de la edición y de escribir bien, por lo que queremos contribuir para que sus escritos lleguen a su destinatario final en la mejor forma posible.
En el fondo la invitación estriba en que entre mejor se escriba, mejor se comunica.
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 11 DE JUNIO, 2015). Si su trabajo está relacionado con la redacción de informes, documentos y notas, y por lo general tiene problemas para lograr claridad y precisión en sus escritos, usted es un candidato ideal para nuestro taller de “escritura para la vida 1”.
Está diseñado de manera especial para que al final del taller usted disponga de las herramientas esenciales que le permitan presentar sus informes de una manera adecuada, de forma que alcance el gran objetivo de comunicar bien.
Escribir con claridad y acorde con las necesidades de la empresa para la que se trabaja requiere empeño, pero no hay mayor satisfacción el que sus reportes estén exentos de errores.
Escríbanos a nuestro correo: escrituraparalavida@gmail.com y con gusto le facilitaremos más información.
(LUNES 8 DE JUNIO). Además de la vocación que se ha detener para ser escritor, el primer gran paso es el de convertirse en un lector insaciable. Quien no sea un gran lector no puede, ni por asomo, ser escritor. Es una ley inquebrantable.
Cualquier biografía que se revise de un escritor siempre apuntará hacia este blanco, pues no se conoce sobre la faz de la tierra un gran escritor que antes no haya sido un gran lector.
De forma tal, que aquellos que pretenden o se designan como escritores y son unos mediocres lectores, simplemente se autoengañan.
“Leía todo lo que caía en mis manos”, “me leí todo el siglo de oro español”, “fui un asiduo lector del boom”, “daba vueltas en el metro y leía sin tregua durante los largos domingos”: todas ellas son confesiones de escritores que, antes de serlo, pasaron por la delgada línea roja de ser buenos lectores.
Leer, leer, leer: ese es el primer paso. Después vendrá la prueba ante la hoja en blanco, pero ese será tema de nuestra próxima columna.
Déjenos su comentario, nos interesa mucho su opinión: informacion@joseeduardomora.com y eljornal@gmail.com
A diferencia de lo que se cree, el editor no está para desacreditar al escritor de un texto, todo lo contrario, lo que hace es, con su experiencia, mejorarlo en aquellos aspectos en que sea posible.
El trabajo de un editor es, si se quiere, invisible, porque es como el del joyero que pule la perla. Un texto puede cambiar de forma dramática con una coma que faltaba o que sobraba, con la precisión de un término, con la aclaración de una frase oscura, o con agregar o suprimir una parte de la oración.
La intervención del texto ha de hacerse con la precisión de un cirujano experimentado. De no ser así, la calidad del texto que se pretende mejorar, puede dañarse de manera irreversible.
Ciertamente hay textos que, por la forma en que están construidos, requieren de una intervención mayor. En esos casos, lo primero es hablar con el autor y explicarle los alcances de lo que se va hacer con su texto.