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De dónde surgen las ideas para escribir literatura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 09 DICIEMBRE, 2016-JOSE EDUARDO MORA). A quienes les interesa escribir, por lo general, se preguntan de dónde sacan los escritores las ideas para estructurar sus historias.

Cada escritor tiene su método para llegar a ello, pero existen parámetros generales que vale la pena repasar. En primer lugar es necesario que el escritor sea un buen observador. Si no tiene esta cualidad, difícilmente podrá enriquecerse con lo que sucede a su alrededor.

Los Cinco sentidos del Periodista, libro de Ryszard Kapucinski, editado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) es un buen texto para comenzar.

A algunos escritores les basta una imagen para empezar a construir sus historias de ficción, a otros una palabra, una frase, o una historia a secas, a partir de la cual elaboran todo el canon de ficción necesario para desembocar en un buen texto.

En la mayoría de los casos, todos los temas, parten de la realidad: así por ejemplo, Gabriel García Márquez escribió El amor en los tiempos del cólera basado en lo que le contaron sus padres, pero el quiebre del amor imposible se lo dio una noticia que informaba de que dos estadounidenses, de 80 años, cada año se reunían de forma clandestina en Acapulco para verse, porque ambos eran casados. La historia se destapó porque la pareja fue asesinada por otros motivos. De ahí se valió el Nobel para escribir su inolvidable historia.

De un sueño, un olor, una percepción: la fuente de donde surgen los temas puede ser inagotable y pueden surgir a cualquier hora y en cualquier lugar.

Por eso es importante, como decía Paul Auster, que el escritor ande siempre con un lapicero y una libreta. Él, tras pedir un autógrafo una tarde-noche a un beisbolista y no tener cómo recibirlo por no llevar un bolígrafo, lo marcó de por vida y ahí nació el futuro escritor.

Y ya se sabe, desde los tiempos de Homero, que tres son los temas capitales: el amor, la vida y la muerte.

 

Escribir bien va más allá de un acto ornamental

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 30 DE MAYO, 2016). Alex Grijelmo, autor de numerosos libros sobre el castellano, asegura en “Defensa Apasionada del Idioma Español” que a menudo la gente cuida su vestido, llega impecablemente a las entrevistas y trata de dar la mejor apariencia posible, hasta que esta se tuerce cuando escriben un texto o contesta un formulario.

Es el momento en el que un texto descuidado dice más que la indumentaria y es cuando los responsables de recursos humanos empiezan a sacar las conclusiones de qué nivel tiene ese candidato al puesto.

De ahí que es de suma relevancia escribir bien. La pregunta que surge de inmediato es:

¿cómo lo logro? La gran recomendación para ello, siempre omnipresente, es que se ha de empezar por la lectura. Quien no lee jamás escribirá bien, ni siquiera con corrección media.

En Facebook y otras plataformas sociales la gente, sin saberlo quizá, exhibe sus faltas ortográficas y gramaticales sin el menor pudor y evidencia la enorme necesidad de mejorar en este campo.

La buena noticia es que se puede mejorar, y mucho, si hay disposición para aprehender el maravilloso idioma de Cervantes.

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Los temas en literatura

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE NOVIEMBRE, 2015). Los temas en literatura son un gran espacio para la convergencia y la polémica. Se dice históricamente que existen tres grandes temas: el amor, la vida y la muerte.

Y que a partir de ellos se derivan el resto de subtemas que se encuentran en miles de historias, entre ellos el cuento, la novela y el relato.

En literatura no, obstante, no es tan importante el tema como su tratamiento. Es decir, que es más importante y trascendente la forma en que se trate determinada materia, que ella en sí.

A veces esto se malentiende y ello genera numerosas confusiones. En literatura, por ende, más relevante que el asunto es el estilo, el enfoque, ese tono personal que logran esos escritores consagrados que, con tan solo deslizar los dedos por encima de las letras se pueda llegar a saber si es de este o de aquel narrador.

Y el estilo, el tono, el enfoque y esa versión personal de la realidad solo lo da la práctica constante. El escribir siempre…

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La “hortografia”

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 26 DE AGOSTO, 2015-). He leído con emoción y regocijo la nota “La hortografia” que Rosario de la Fuente Plà envió a El País, de España, en la cual se queja del cada vez más preocupante uso del lenguaje en redes sociales y en mensajes de texto.

Su consideración es de suma trascendencia, porque se ha llegado a crear, incluso, una especie de metalenguaje, imposible de descifrar para quienes no han sido “iniciados” en esa esfera de las arrobas, de las x, y de la combinación de letras y símbolos.

Todo parece indicar que los usuarios del lenguaje lo ven como algo externo y ajeno, y por eso les da igual escribir “arroz” que “arros”, si al fin al cabo, piensan, el buen mozo les servirá el arroz pedido y no pasa nada y el mundo, afuera, seguirá girando, mientras los presupuestos militares continúan creciendo en medio del hambre de millones.

Lo cierto del caso es que el lenguaje es mucho más que un conjunto de reglas gramaticales, porque este tiene que ver con el ser, con lo trascendental del ser humano y, por ende, quien es capaz de expresarse bien, está en condiciones de comprender y aprehender mejor el mundo que le rodea.

En una entrevista con Ignacio Bosque, en 2010, le preguntaba por esta situación del metalenguaje, en especial el de los más jóvenes, y el académico no le tenía tanto temor al fenómeno, siempre y cuando, se supieran distinguir los contextos.

Y he aquí el meollo de todo: por lo general esos contextos no se delimitan y a los que escriben les da lo mismo que sea una carta formal, un “post” en Facebook, una declaración de amor, o una novela. De pronto aparecen las arrobas, las q invasivas y las x incomprensibles para formar la palabra indescifrable que no solo no comunica, sino que obstaculiza el pensamiento.

De modo tal que vale la pena celebrar la carta de Rosario de la Fuente Plà y comenzar a tener una mayor conciencia a la hora de usar el idioma.

 

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El correcto uso del idioma, con la ortografía a la cabeza, ayuda a una mejor comunicación.

El primer paso para ser escritor

(LUNES 8 DE JUNIO). Además de la vocación que se ha detener para ser escritor, el primer gran paso es el de convertirse en un lector insaciable. Quien no sea un gran lector no puede, ni por asomo, ser escritor. Es una ley inquebrantable.

Cualquier biografía que se revise de un escritor siempre apuntará hacia este blanco, pues no se conoce sobre la faz de la tierra un gran escritor que antes no haya sido un gran lector.

De forma tal, que aquellos que pretenden o se designan como escritores y son unos mediocres lectores, simplemente se autoengañan.

“Leía todo lo que caía en mis manos”, “me leí todo el siglo de oro español”, “fui un asiduo lector del boom”, “daba vueltas en el metro y leía sin tregua durante los largos domingos”: todas ellas son confesiones de escritores que, antes de serlo, pasaron por la delgada línea roja de ser buenos lectores.

Leer, leer, leer: ese es el primer paso. Después vendrá la prueba ante la hoja en blanco, pero ese será tema de nuestra próxima columna.

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Hemingway era un gran lector, desde luego.

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