Archivo de la etiqueta: literatura

El placer de la lectura según Harold Bloom

 

Con un breve pero profundo ideario, el autor estadounidense ilumina el camino de la lectura

 

 (07 DE MAYO, 2017-). Harold Bloom, el crítico literario más relevante en los últimos 40 años en Estados Unidos, considera que la “lectura es la búsqueda de un placer difícil” y sobre este paradigma ha elaborado un esbozo del lector ideal para renovar la forma en que se lee.

Irreverente, polemista, profesor emérito de la Universidad de Yale, a sus 87 años, es todavía una conciencia que agita, ahora desde las sombras, debates sobre el rumbo de los estudios literarios y la función en cuanto al pensamiento que deben cumplir las universidades.

Desde niño fue un lector precoz y voraz, y a través de sus libros, entre ellos El canon Occidental; Shakespeare: la invención de lo humano; La anatomía de la influencia, la literatura como modo de vida; ¿Dónde se encuentra la sabiduría, y Cómo leer  y por qué, ha ido dejando pistas sobre el valor de la lectura como ejercicio del pensamiento profundo y lineal.

Heredero de los clásicos y románticos críticos ingleses, en especial Samuel Johnson y William Hazlitt, y nacido el 11 de julio de 1930, Bloom ve en la lectura un camino para que el individuo sea capaz de “juzgar y opinar” por sí mismo, lo que con la irrupción de Internet se ha ido perdiendo, según Nicholas Carr, quien en su libro: Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, ha enfatizado los procesos de enajenación del pensamiento ante el poder de las tecnologías actuales.

La lectura, para nuestro autor, es un principio para interactuar con “la alteridad” propia o ajena, y es el más saludable placer “desde el punto de vista espiritual”.

“Leemos no solo porque nos es imposible conocer a toda la gente que quisiéramos, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la falta de comprensión y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional”.

Para que ese “placer difícil” tome sentido y se convierta en parte activa de la existencia del lector ideal que perfila en Cómo leer y por qué y en varios de sus libros, dado que la crítica literaria forma parte de ese quehacer, es necesario desarrollarla “como una disciplina implícita”, es decir, mediante un modelo personal e intransferible.

¿Se puede enseñar a leer?, se pregunta Bloom con Virginia Woolf, y asegura con ironía que el mejor consejo es no aceptar consejos, pero acto seguido advierte que, mientras “uno no llegue a ser uno mismo”, no estaría de más escuchar a los más sabios en el arte de leer, práctica que se disparó tras la aparición de la imprenta de Gutenberg en 1439, que cambiaría de una vez y para siempre el curso de la humanidad.

Para este crítico literario, hoy longevo y cansado, “leemos para fortalecer nuestra personalidad y averiguar cuáles son sus auténticos intereses”.

De ahí que participe de la idea de Francis Bacon sobre el cultivo de la lectura: “No leais para contradecir o impugnar, ni para creer o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o disertación, sino para sopesar y reflexionar”.

Esa reflexión y ese sopesar se han visto afectados con la irrupción de las nuevas tecnologías, como sucedió en los años cincuenta con la televisión cuando se consolidó como medio.

“La niñez pasada en gran medida mirando la televisión se proyecta en una adolescencia frente al ordenador, y la universidad recibe a un estudiante difícilmente capaz de acoger la sugerencia de que debemos soportar tanto el haber nacido como el tenernos que morir; es decir, de madurar. La lectura resulta incapaz de fortalecer su personalidad, que, por consiguiente, no madura”.

En ese sentido, “los placeres de la lectura son más egoístas que sociales”, porque “uno no puede mejorar de manera directa la vida de nadie leyendo mejor o más profundamente”. A partir de este punto, Bloom rechaza que la lectura personal tenga relación directa con el bien común, pero en sus principios luego se dejará arrastrar por ese halo de romanticismo de lo que alguna vez representó el “intelectual” para la sociedad.

Para Bloom, cuyo canon occidental todavía hoy despierta polémicas, y en el que marginó, como suele hacerlo, a los autores latinoamericanos, todo comienza y termina en Sheakespeare, cuyo Hamlet o Rey Lear, son capaces de ir hasta las más hondas profundidades del ser.

“Cuanto más lee y pondera uno las obras de Shakespeare, más comprende uno que la actitud adecuada ante ellas es la del pasmo. Cómo pudo existir no lo sé, y después de dos décadas de dar clases casi exclusivamente sobre él, el enigma me parece insoluble”, asegura en La Invención de lo humano.

Para tener una idea de la “bardolatría” de Bloom, basta con solo asomarse a la visión que tiene de Hamlet, el único personaje, sostiene, que es capaz de competir con sus tres precursores de su personalidad: “el Yahweh del Escritor J (el más antiguo escritor del Génesis, Éxodo, Números), el Jesús del Evangelio de Marcos y el Alá del Corán”.

Leído lo anterior, ya nadie se escandalizará, cuando Bloom, afirma: “Una cultura universitaria en la que la apreciación de la ropa interior de la cultura victoriana sustituye a la apreciación de Charles Dickens y Robert Browning, recuerda las vitriólicas satíricas de Nathanael West, pero no es más que la norma. Una consecuencia involuntaria de esa ‘poética cultural’ es que no puede surgir un nuevo Nathanael West , pues semejante cultura universitaria no podría soportar la parodia”.

 

PRINCIPIOS PARA LEER

 

En su recorrido por autores de su predilección, Bloom esboza lo que son sus principios para renovar la forma de leer. El primero es: Límpiate la mente de tópicos, entendido aquí tópicos como lugar común, dado que la traducción está un poco estirada. Hay, considera, que despejar el camino y alejarse de esos conceptos “pseudointelectuales” que obstaculizan la lectura y que en muchos casos hasta son propiciados en los campos universitarios.

El segundo principio es el siguiente: No trates de mejorar a tu vecino ni a tu ciudad con lo que lees ni con el modo en lo que lo lees. Reafirma aquí esa visión de que la lectura es un acto individual que tiene como aspiración suprema fortalecer la “personalidad”.

“El fortalecimiento de la propia personalidad ya es un proyecto bastante considerable para la mente y el espíritu de cada uno: no hay una ética de la lectura”.

El tercer principio parece, no obstante, contradecir el primero y el segundo: El intelectual es una vela que iluminará la voluntad y los anhelos de todos los hombres.

La idea de este principio tiene reminiscencias del pensamiento de Emerson, admite, y explica: “No hay por qué temer que la libertad que confiere el desarrollo como lector sea egoísta, porque, si uno llega a ser un lector como es debido, la respuesta a su labor lo confirmará como iluminación de los demás”.

Y remata: “Emerson dijo que la sociedad no puede prescindir de las mujeres y los hombres cultivados”.

El cuarto principio evoca la acción a la que llama cualquier lectura profunda a la que se aspire: Para leer bien hay que ser inventor. Y es de nuevo Emerson el que agita la flama en este punto.

Es el misreading de Bloom,  traducido como lectura desviada, y que tantos dolores de cabeza le ha generado a lo largo de su vida.

“La confianza en sí mismo no es un don ni un atributo, sino una especie de segundo nacimiento de la mente y no sobreviene sin años de lectura profunda”.

La recuperación de lo irónico es el quinto principio para la renovación de la lectura, pero a esta altura, ya el autor admite su escepticismo, el mismo que ha lastrado la propia enseñanza universitaria producto de las modas.

“…enseñarle a alguien a ser irónico es tan difícil como instruirlo para que desarrolle plenamente su personalidad. Y, sin embargo, la pérdida de la ironía es la muerte de la lectura y de lo que nuestras naturalezas tienen de civilizado”.

En un mundo en el que sobreabunda la información, el viejo profesor de Yale, después de compartir sus principios para renovar la lectura, expresa: “No hay una sola manera de leer bien, aunque hay una razón primordial para que leamos. A la información tenemos acceso ilimitado, pero ¿dónde encontraremos la sabiduría?

El gran arte de narrar de Ferdinand von Schirach

 

Sobrio. Contundente. Verosímil. El autor sacudió las letras alemanas hace ocho años y no ha dejado de agitarlas 

 

Es un animal de una especie en extinción. Es un narrador nato. Se diría que nació para contar, pero lo suyo ha sido el derecho penal, que le ha servido de marco de referencia para publicar sus libros.

Crímenes, su primer libro, apareció en 2009 en Alemania y causó una conmoción: por las historias, por la forma sobria y brutal de narrar. Da la impresión de que Ferdinand Von Schirach se saca de las entrañas cada palabra. ¿Cómo puede un abogado de toda la vida escribir tan bien? Letrados se llamaban hace muchos años. Schirach hace honor a ese pasado, pulverizado en el presente por abogados semianalfabetos.

Su primer libro son apenas 11 historias. Es abrumadora la forma que envuelve a cada caso. La atmósfera de cada relato se respira y se siente en la piel. Es tan grande la magia de narrar del autor, que todo parece tan sencillo, como sentarse a escribir y que el texto fluya con la naturalidad que sabemos no existe ni existirá. El arte de narrar depende de la técnica y esta no se improvisa ni se compra en la esquina del barrio, ni en los salones por los que se pasean los pseudoescritores que tanto pululan por presentaciones y agasajos.

Lo de Ferdinan Von Schirach es un arte mayor. Como todo artista, en las entrevistas que ha dado, no sabe explicar bien cómo ha podido dominar con tanta maestría ese arte. Eso es lo de menos. Lo que interesa es que el autor, nacido en Múnich en 1964, ha convertido en oro unos archivos que en manos de un principiante o en un simple abogado hubieran terminado sepultados en los anaqueles judiciales.

El, en cambio, ha sacado a relucir en esas historias toda la grandeza y la miseria del ser humano. Son historias basadas en hechos reales, detrás de las cuales hay un ejercicio de escritura que debería ser motivo de lectura en las facultades de derecho y periodismo de Costa Rica. En cambio, entiendo, que los primeros leen cada vez menos y los segundos se inclinan por los semióticos.

Crímenes abre con un relato demoledor. Tras su lectura, uno queda como el boxeador que ha perdido por nocaut y que para saber sobre lo sucedido lee la crónica en el periódico del día posterior.

Fähner– un médico reputado durante toda su vida y un hombre que jamás ha cometido una infracción, y que en su consultorio en Rottweil, ciudad ubicada en Baden-Württemberg, ha dado muestras de humanidad al atender, como su padre, también médico, a muchas generaciones y familias de la localidad– se ve de pronto con las manos manchadas de sangre.

El hombre sencillo que encontró en la jardinería una pasión y un motivo para salir de casa, estalla una mañana de septiembre contra Ingrid, su esposa, que lleva no menos de 40 años de reproches, insultos y desatinos contra él.

Le había jurado cuidarla para siempre en una mañana calurosa en El Cairo, a donde la joven pareja viajó para festejar su unión. Ese juramento lo mantuvo prisionero sin posibilidades de escape, hasta que esa mañana el médico que cultivaba manzanos, pierde la batalla emocional y con el hacha de su huerto le partió el cráneo en dos. Este hachazo fue mortal, pero la furia de Fähner no se detuvo hasta que le propinó 17 hachazos más.

Cuando ella abrió la puerta, Fähner cogió el hacha de la pared sin pronunciar palabra. Era de fabricación sueca, hecha a mano, estaba engrasada y sin una mota de óxido. Ingrid se quedó muda. Él todavía llevaba puestos los gruesos guantes de jardinero. Ella no apartaba los ojos del hacha. No retrocedió. Ya el primer hachazo, que le seccionó la bóveda craneal, resultó mortal. El hacha penetró con esquirlas en el hueso hasta el cerebro, el filo le partió la cara en dos. Antes de caer al suelo ya estaba muerta. A Fähner le costó trabajo sacar el hacha del cráneo, tuvo que apoyar el pie en el cuello de ella. Con dos fuertes hachazos separó la cabeza del tronco. El forense consignaría otros diecisiete hachazos, los que Fähner necesito para cortar brazos y piernas.

El apacible médico y lector de ciencia ficción, literatura a la que se había aficionado para escapar de las agresiones verbales de su esposa, y de las que estaba enterado todo el pueblo, había roto, como aceptó ante el tribunal que lo condenó, su promesa de cuidarla para siempre: pasara lo que pasara.

El relato, que se abre paso entre los hechos, no tiene una sola gota de morbo. Es un estilo consumado de un escritor primerizo.

En las diez historias que siguen, se mantiene la contundencia, la capacidad de observación y narración de este letrado llamado Ferdinand Von Schirach.

Ladrones, drogadictos, timadores e incluso ancianos en situaciones especiales: el ser humano, nos recuerda el autor, sigue siendo ese ser camaleónico capaz de vender a su propia madre para salvar su piel. Y lo conmovedor es que a lo largo de las historias, Schirach va dejando claro que esa cruz no es solo de gente de baja calaña. No, es la misma condición humana la que reluce con sus sombras y abismos.

 

CULPA Y SU PRIMERA NOVELA

 

La continuación de los relatos basados en hechos reales aparecería un año después (en 2010 en Alemania, 2012 en España) con el título de Culpa, bajo el cual se agruparon 15 historias.

Mantiene Schirach la pluma salvaje, brillante y lúcida del primer volumen.

La técnica es la misma: partir de los más de 700 casos en los que ha actuado como abogado defensor en procesos criminales,  y de los que ha extraído oro puro.

El ejercicio, podría decirse, está al alcance de cualquiera con acceso a expedientes judiciales, no obstante, la maestría en narrar, en elegir el detalle, la analogía, la metáfora y la estructura que llevará al lector por rumbos y meandros a su antojo, requiere de un don y de una técnica. Lo suyo es un arte exquisito. Da la impresión de que el ejercicio de la abogacía solo fue una larga preparación para desembocar en su vocación primera: el arte de narrar.

Tras el abrumador éxito de Crímenes y Culpa, ambos volúmenes traducidos a unos quince idiomas cada uno, Schirach se aventuró en la ficción pura con El caso Collini, una novela sostenida sobre bases jurídicas en la que de nuevo evoca su nítido y contundente arte de narrar.

La novela, publicada en 2011, desató una extensa polémica en Alemania, al apuntar a la prescripción de los delitos cometidos por los nazis. Ello obligó al Ministerio de Justicia a que creara una comisión para que investigara al pasado nacionalsocialista en dicho ente.

, solo que este se nota y se disfruta más en los relatos.

Schirach es nieto del líder nazi Baldur Von Schirach, condenado en los juicios de Nuremberg a 20 años de cárcel por crímenes contra la humanidad. Ese pasado de su familia nazi no lo esconde, pero el autor sostiene que no puede cargar con culpas ajenas.

Con El caso Collini, de nuevo, despliega Schirach su exquisitez en el arte de narrar, aunque su estilo se disfruta más en los relatos, por la propia naturaleza de estos y por su intensidad.

Frío. Contundente. Verosímil. Hasta los silencios tienen en el autor una honda significación. Con una plasticidad hemingwayniana y una voz propia: Ferdinand Von Schirach es un extraño espécimen de las letras alemanas de hoy. Grande es su arte de narrar.

 

*El autor es Máster en Literatura.

 

El comprador de libros

EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

Por José Eduardo Mora*

(DOMINGO 23 DE ABRIL, 2017). El primer gran requisito para ser un buen comprador de libros es ser un lector obsesivo e insaciable. Sin él, simplemente, sé es un comprador de golosinas.

Lo primero que busca un buen comprador de libros es pasar desapercibido. Que nadie se entere de que está en la librería. Merodea por aquí y por allá. Siempre en busca de un título que lo cautive. Hurga en las solapas, la portada, la contraportada. Los paratextos, sabe, que son importantes, pero también desconfía de ellos. Al final, como en la vida, es muchas veces el azar el que lo lleva a este o aquel escritor. Con el paso del tiempo y cuando ya se tiene un pequeño y selecto grupo de escritores preferidos, lo fascinante es toparse con uno desconocido, que cautive por el estilo, por el tema insólito, por la osadía, en fin, por salirse de la norma.

Muchas veces una buena portada, hay que admitirlo, puede llevar al desastre, pero a la postre igual se disfruta con el momento de creer que uno se lleva a casa a un escritor interesante.

Un buen comprador de libros, hay que decirlo también sin rubor, debe lidiar con los fracasos en su selección, porque esta es una de las mejores maneras de aguzar la escogencia.

Comprar libros puede convertirse en un deporte de altas pasiones. Para ello, ha de aprender el arte de la paciencia. Nunca adquiere un texto en el primer encuentro: lo escudriña, lo indaga y carga con el peso de lamentarse de por qué no pagó de inmediato este o aquel volumen y con la ilusoria idea de que al regreso, a la semana siguiente, alguien ya se le habrá anticipado. En realidad, sin ese reposo sería un simple comprador.

Un buen comprador de libros nunca va acompañado a una librería. Es un sacrilegio. Las prisas y los ritmos de los otros enturbian ese placer exquisito de la lentitud.

Un buen comprador de libros, válgame Dios para aquel que irrespete este precepto: debe huir siempre de las modas. Sabe de su alta toxicidad.

Como se ve: comprar libros es un ejercicio del pensamiento. Es un placer solitario y exquisito. Y puede llegar a ser una pasión tan seductora como un clásico Real Madrid-Barcelona con la liga en juego en el minuto 95 del tiempo extra.

 

*El autor es Máster en Literatura.

¿Escribir depende de la inspiración?

 

(JOSEEDUARDOMORA-14-ENERO 2017). Es una de las grandes preguntas que en literatura tienen una y mil respuestas. El romanticismo alimentó esa idea del escritor que, por ser elegido por los dioses, en algún momento lo vistan las musas y le revelan las maravillas de la creación.

Y está la otra cara de la moneda: el escritor que, como el propio Gabriel García Márquez, se ponía un “mono” de mecánico y se disponía a escribir ocho horas al día.

William Faulkner, Premio Nobel de Literatura en 1949, lo dijo a su  manera: el escritor es 99 por ciento de transpiración y un uno por ciento de inspiración.

¿Debe esperar el escritor la inspiración de las musas? Lo más recomendable, para la mayoría de los mortales, es imitar al hijo de Macondo y ponerse el “mono” y disponerse a escribir. Y, si por casualidad, lo visitan las musas, lo encontrarán trabajando.

Osvaldo Soriano cuenta que no encontraba el tono para escribir Triste solitario y final, hasta que una noche vio que un gato lo visitaba en su propia cocina y ahí empezó todo con uno de sus más famosos libros. (Ya sabemos la vieja historia de Soriano y sus gatos).

De forma tal que escribir es un ejercicio que requiere talento, desde luego, y a la par: mucho, mucho, mucho trabajo.

 

TALLER ESCRIBIENDO HISTORIAS: 28 DE ENERO 2016

 

 

¿Quién inventó la novela moderna?

(JOSEEDUARDOMORA-05-ENERO-2017). El género literario por excelencia es la novela. Se le considera el género mayor porque en ella cabe todo: un cuento, un relato, una novela dentro de la novela, un ensayo, un reportaje.

Ya se preguntarán los lectores quién fue capaz de inventar o crear la novela moderna y la referencia siempre es la misma: Miguel de Cervantes Saavedra. Sí, con su inigualable Don Quijote, Cervantes dio el salto a la novela moderna, y, de ahí en adelante, le seguirían todos los escritores que vendrían después.

Muchas veces se ha anunciado, ante el avance de las tecnologías, la muerte de la novela, pero esta surge cada vez más vigorosa y la razón, también, es muy sencilla: y es que ella otorga unas posibilidades inimaginables para otros géneros.

De forma tal que la novela ha sido, por la general, la gran aspiración de todo escritor. Tom Wolfe, uno de los gestores del Nuevo Periodismo, contaba en su libro sobre el tema que los periodistas, allá por los años sesentas, abandonaban sus carreras para irse a la cabaña del Tío Tom a escribir la gran novela norteamericana.

Las novelas pueden ser cortas o extensas, pero lo que realmente cuenta es que narren una historia sólida, con personajes bien delineados y que sean capaces de transportarnos a sus vidas y de arrancarnos de la cotidianidad, al tiempo que se mezclan en las nuestras y nos hace pensar y repensar la existencia.

La novela moderna, heredera de Cervantes, es un género apasionante que hoy está más vigente que nunca.

 

 

De dónde surgen las ideas para escribir literatura

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 09 DICIEMBRE, 2016-JOSE EDUARDO MORA). A quienes les interesa escribir, por lo general, se preguntan de dónde sacan los escritores las ideas para estructurar sus historias.

Cada escritor tiene su método para llegar a ello, pero existen parámetros generales que vale la pena repasar. En primer lugar es necesario que el escritor sea un buen observador. Si no tiene esta cualidad, difícilmente podrá enriquecerse con lo que sucede a su alrededor.

Los Cinco sentidos del Periodista, libro de Ryszard Kapucinski, editado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) es un buen texto para comenzar.

A algunos escritores les basta una imagen para empezar a construir sus historias de ficción, a otros una palabra, una frase, o una historia a secas, a partir de la cual elaboran todo el canon de ficción necesario para desembocar en un buen texto.

En la mayoría de los casos, todos los temas, parten de la realidad: así por ejemplo, Gabriel García Márquez escribió El amor en los tiempos del cólera basado en lo que le contaron sus padres, pero el quiebre del amor imposible se lo dio una noticia que informaba de que dos estadounidenses, de 80 años, cada año se reunían de forma clandestina en Acapulco para verse, porque ambos eran casados. La historia se destapó porque la pareja fue asesinada por otros motivos. De ahí se valió el Nobel para escribir su inolvidable historia.

De un sueño, un olor, una percepción: la fuente de donde surgen los temas puede ser inagotable y pueden surgir a cualquier hora y en cualquier lugar.

Por eso es importante, como decía Paul Auster, que el escritor ande siempre con un lapicero y una libreta. Él, tras pedir un autógrafo una tarde-noche a un beisbolista y no tener cómo recibirlo por no llevar un bolígrafo, lo marcó de por vida y ahí nació el futuro escritor.

Y ya se sabe, desde los tiempos de Homero, que tres son los temas capitales: el amor, la vida y la muerte.

 

Escribir bien va más allá de un acto ornamental

 

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 30 DE MAYO, 2016). Alex Grijelmo, autor de numerosos libros sobre el castellano, asegura en “Defensa Apasionada del Idioma Español” que a menudo la gente cuida su vestido, llega impecablemente a las entrevistas y trata de dar la mejor apariencia posible, hasta que esta se tuerce cuando escriben un texto o contesta un formulario.

Es el momento en el que un texto descuidado dice más que la indumentaria y es cuando los responsables de recursos humanos empiezan a sacar las conclusiones de qué nivel tiene ese candidato al puesto.

De ahí que es de suma relevancia escribir bien. La pregunta que surge de inmediato es:

¿cómo lo logro? La gran recomendación para ello, siempre omnipresente, es que se ha de empezar por la lectura. Quien no lee jamás escribirá bien, ni siquiera con corrección media.

En Facebook y otras plataformas sociales la gente, sin saberlo quizá, exhibe sus faltas ortográficas y gramaticales sin el menor pudor y evidencia la enorme necesidad de mejorar en este campo.

La buena noticia es que se puede mejorar, y mucho, si hay disposición para aprehender el maravilloso idioma de Cervantes.

don-quijote

Sobre José Eduardo Mora

[distance type=»3″][big_title]Curriculum Vitae[/big_title]
[subtitle]Datos Personales[/subtitle]

José Eduardo Mora

Nacionalidad: Costarricense

Teléfono: (506) 8307-8184

Email: informacion@joseeduardomora.com

IMG_0034
[subtitle]Experiencia Laboral[/subtitle]
[iconbox type=»12″ icon_title=»Director de Comunicación Estratégica.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Empresa dedicada a dar consultorías en comunicación.
Enero 2003 – Actualidad [/iconbox][iconbox type=»12″ icon_title=»Semanario Universidad: Puesto: Redactor.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Enero 2002 – Actualidad[/iconbox][iconbox type=»12″ icon_title=»Periódico La Nación. Puesto: Periodista.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]1994 – 2000[/iconbox][iconbox type=»12″ icon_title=»Agencia Internacional de Noticias EFE: Puesto: Corresponsal.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Septiembre 2001- mayo 2002[/iconbox]
[iconbox type=»12″ icon_title=»Director del periódico El Jornal.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Periódico de circulación regional.
Febrero 2003 – Actualidad[/iconbox][iconbox type=»12″ icon_title=»Coordinador de Comunicación de la Unión Médica Nacional.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Enero 2011- Diciembre 2013[/iconbox][iconbox type=»12″ icon_title=» Agencia de noticias Inter Press Service. Puesto: Corresponsal para Centroamérica.» icon_color=»#e53f51″ icon_name=»fa-user»]Enero 2003 – 2005[/iconbox]
[subtitle]Experiencia Académica[/subtitle]
[iconbox type=»3″ icon_title=»Bachillerato en secundaria» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Acosta.
1983 -1988 [/iconbox][iconbox type=»3″ icon_title=»Maestría en Literatura» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Sistema de Estudios de Posgrado. Universidad de Costa Rica (UCR).
1995 – 2002[/iconbox][iconbox type=»3″ icon_title=»Taller de Periodismo y Literatura. El reportaje literario» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI).
2007[/iconbox]
[iconbox type=»3″ icon_title=»Bachillerato en Ciencias de la Comunicación Colectiva» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva. Universidad de Costa Rica (UCR).
1989 – 1994[/iconbox][iconbox type=»3″ icon_title=»Inglés intermedio» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Instituto Británico de Costa Rica, UCR y UNED.
1997 – 1999[/iconbox][iconbox type=»3″ icon_title=»Taller de periodismo» icon_color=»#1e82ce» icon_name=»fa-mortar-board»]Knight Center, Universidad de Texas.
2013[/iconbox]

Los temas en literatura

(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 04 DE NOVIEMBRE, 2015). Los temas en literatura son un gran espacio para la convergencia y la polémica. Se dice históricamente que existen tres grandes temas: el amor, la vida y la muerte.

Y que a partir de ellos se derivan el resto de subtemas que se encuentran en miles de historias, entre ellos el cuento, la novela y el relato.

En literatura no, obstante, no es tan importante el tema como su tratamiento. Es decir, que es más importante y trascendente la forma en que se trate determinada materia, que ella en sí.

A veces esto se malentiende y ello genera numerosas confusiones. En literatura, por ende, más relevante que el asunto es el estilo, el enfoque, ese tono personal que logran esos escritores consagrados que, con tan solo deslizar los dedos por encima de las letras se pueda llegar a saber si es de este o de aquel narrador.

Y el estilo, el tono, el enfoque y esa versión personal de la realidad solo lo da la práctica constante. El escribir siempre…

1148005_18738305

 

TALLER ANUNCIO