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El gran arte de narrar de Ferdinand von Schirach

 

Sobrio. Contundente. Verosímil. El autor sacudió las letras alemanas hace ocho años y no ha dejado de agitarlas 

 

Es un animal de una especie en extinción. Es un narrador nato. Se diría que nació para contar, pero lo suyo ha sido el derecho penal, que le ha servido de marco de referencia para publicar sus libros.

Crímenes, su primer libro, apareció en 2009 en Alemania y causó una conmoción: por las historias, por la forma sobria y brutal de narrar. Da la impresión de que Ferdinand Von Schirach se saca de las entrañas cada palabra. ¿Cómo puede un abogado de toda la vida escribir tan bien? Letrados se llamaban hace muchos años. Schirach hace honor a ese pasado, pulverizado en el presente por abogados semianalfabetos.

Su primer libro son apenas 11 historias. Es abrumadora la forma que envuelve a cada caso. La atmósfera de cada relato se respira y se siente en la piel. Es tan grande la magia de narrar del autor, que todo parece tan sencillo, como sentarse a escribir y que el texto fluya con la naturalidad que sabemos no existe ni existirá. El arte de narrar depende de la técnica y esta no se improvisa ni se compra en la esquina del barrio, ni en los salones por los que se pasean los pseudoescritores que tanto pululan por presentaciones y agasajos.

Lo de Ferdinan Von Schirach es un arte mayor. Como todo artista, en las entrevistas que ha dado, no sabe explicar bien cómo ha podido dominar con tanta maestría ese arte. Eso es lo de menos. Lo que interesa es que el autor, nacido en Múnich en 1964, ha convertido en oro unos archivos que en manos de un principiante o en un simple abogado hubieran terminado sepultados en los anaqueles judiciales.

El, en cambio, ha sacado a relucir en esas historias toda la grandeza y la miseria del ser humano. Son historias basadas en hechos reales, detrás de las cuales hay un ejercicio de escritura que debería ser motivo de lectura en las facultades de derecho y periodismo de Costa Rica. En cambio, entiendo, que los primeros leen cada vez menos y los segundos se inclinan por los semióticos.

Crímenes abre con un relato demoledor. Tras su lectura, uno queda como el boxeador que ha perdido por nocaut y que para saber sobre lo sucedido lee la crónica en el periódico del día posterior.

Fähner– un médico reputado durante toda su vida y un hombre que jamás ha cometido una infracción, y que en su consultorio en Rottweil, ciudad ubicada en Baden-Württemberg, ha dado muestras de humanidad al atender, como su padre, también médico, a muchas generaciones y familias de la localidad– se ve de pronto con las manos manchadas de sangre.

El hombre sencillo que encontró en la jardinería una pasión y un motivo para salir de casa, estalla una mañana de septiembre contra Ingrid, su esposa, que lleva no menos de 40 años de reproches, insultos y desatinos contra él.

Le había jurado cuidarla para siempre en una mañana calurosa en El Cairo, a donde la joven pareja viajó para festejar su unión. Ese juramento lo mantuvo prisionero sin posibilidades de escape, hasta que esa mañana el médico que cultivaba manzanos, pierde la batalla emocional y con el hacha de su huerto le partió el cráneo en dos. Este hachazo fue mortal, pero la furia de Fähner no se detuvo hasta que le propinó 17 hachazos más.

Cuando ella abrió la puerta, Fähner cogió el hacha de la pared sin pronunciar palabra. Era de fabricación sueca, hecha a mano, estaba engrasada y sin una mota de óxido. Ingrid se quedó muda. Él todavía llevaba puestos los gruesos guantes de jardinero. Ella no apartaba los ojos del hacha. No retrocedió. Ya el primer hachazo, que le seccionó la bóveda craneal, resultó mortal. El hacha penetró con esquirlas en el hueso hasta el cerebro, el filo le partió la cara en dos. Antes de caer al suelo ya estaba muerta. A Fähner le costó trabajo sacar el hacha del cráneo, tuvo que apoyar el pie en el cuello de ella. Con dos fuertes hachazos separó la cabeza del tronco. El forense consignaría otros diecisiete hachazos, los que Fähner necesito para cortar brazos y piernas.

El apacible médico y lector de ciencia ficción, literatura a la que se había aficionado para escapar de las agresiones verbales de su esposa, y de las que estaba enterado todo el pueblo, había roto, como aceptó ante el tribunal que lo condenó, su promesa de cuidarla para siempre: pasara lo que pasara.

El relato, que se abre paso entre los hechos, no tiene una sola gota de morbo. Es un estilo consumado de un escritor primerizo.

En las diez historias que siguen, se mantiene la contundencia, la capacidad de observación y narración de este letrado llamado Ferdinand Von Schirach.

Ladrones, drogadictos, timadores e incluso ancianos en situaciones especiales: el ser humano, nos recuerda el autor, sigue siendo ese ser camaleónico capaz de vender a su propia madre para salvar su piel. Y lo conmovedor es que a lo largo de las historias, Schirach va dejando claro que esa cruz no es solo de gente de baja calaña. No, es la misma condición humana la que reluce con sus sombras y abismos.

 

CULPA Y SU PRIMERA NOVELA

 

La continuación de los relatos basados en hechos reales aparecería un año después (en 2010 en Alemania, 2012 en España) con el título de Culpa, bajo el cual se agruparon 15 historias.

Mantiene Schirach la pluma salvaje, brillante y lúcida del primer volumen.

La técnica es la misma: partir de los más de 700 casos en los que ha actuado como abogado defensor en procesos criminales,  y de los que ha extraído oro puro.

El ejercicio, podría decirse, está al alcance de cualquiera con acceso a expedientes judiciales, no obstante, la maestría en narrar, en elegir el detalle, la analogía, la metáfora y la estructura que llevará al lector por rumbos y meandros a su antojo, requiere de un don y de una técnica. Lo suyo es un arte exquisito. Da la impresión de que el ejercicio de la abogacía solo fue una larga preparación para desembocar en su vocación primera: el arte de narrar.

Tras el abrumador éxito de Crímenes y Culpa, ambos volúmenes traducidos a unos quince idiomas cada uno, Schirach se aventuró en la ficción pura con El caso Collini, una novela sostenida sobre bases jurídicas en la que de nuevo evoca su nítido y contundente arte de narrar.

La novela, publicada en 2011, desató una extensa polémica en Alemania, al apuntar a la prescripción de los delitos cometidos por los nazis. Ello obligó al Ministerio de Justicia a que creara una comisión para que investigara al pasado nacionalsocialista en dicho ente.

, solo que este se nota y se disfruta más en los relatos.

Schirach es nieto del líder nazi Baldur Von Schirach, condenado en los juicios de Nuremberg a 20 años de cárcel por crímenes contra la humanidad. Ese pasado de su familia nazi no lo esconde, pero el autor sostiene que no puede cargar con culpas ajenas.

Con El caso Collini, de nuevo, despliega Schirach su exquisitez en el arte de narrar, aunque su estilo se disfruta más en los relatos, por la propia naturaleza de estos y por su intensidad.

Frío. Contundente. Verosímil. Hasta los silencios tienen en el autor una honda significación. Con una plasticidad hemingwayniana y una voz propia: Ferdinand Von Schirach es un extraño espécimen de las letras alemanas de hoy. Grande es su arte de narrar.

 

*El autor es Máster en Literatura.

 

El comprador de libros

EN EL DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO

Por José Eduardo Mora*

(DOMINGO 23 DE ABRIL, 2017). El primer gran requisito para ser un buen comprador de libros es ser un lector obsesivo e insaciable. Sin él, simplemente, sé es un comprador de golosinas.

Lo primero que busca un buen comprador de libros es pasar desapercibido. Que nadie se entere de que está en la librería. Merodea por aquí y por allá. Siempre en busca de un título que lo cautive. Hurga en las solapas, la portada, la contraportada. Los paratextos, sabe, que son importantes, pero también desconfía de ellos. Al final, como en la vida, es muchas veces el azar el que lo lleva a este o aquel escritor. Con el paso del tiempo y cuando ya se tiene un pequeño y selecto grupo de escritores preferidos, lo fascinante es toparse con uno desconocido, que cautive por el estilo, por el tema insólito, por la osadía, en fin, por salirse de la norma.

Muchas veces una buena portada, hay que admitirlo, puede llevar al desastre, pero a la postre igual se disfruta con el momento de creer que uno se lleva a casa a un escritor interesante.

Un buen comprador de libros, hay que decirlo también sin rubor, debe lidiar con los fracasos en su selección, porque esta es una de las mejores maneras de aguzar la escogencia.

Comprar libros puede convertirse en un deporte de altas pasiones. Para ello, ha de aprender el arte de la paciencia. Nunca adquiere un texto en el primer encuentro: lo escudriña, lo indaga y carga con el peso de lamentarse de por qué no pagó de inmediato este o aquel volumen y con la ilusoria idea de que al regreso, a la semana siguiente, alguien ya se le habrá anticipado. En realidad, sin ese reposo sería un simple comprador.

Un buen comprador de libros nunca va acompañado a una librería. Es un sacrilegio. Las prisas y los ritmos de los otros enturbian ese placer exquisito de la lentitud.

Un buen comprador de libros, válgame Dios para aquel que irrespete este precepto: debe huir siempre de las modas. Sabe de su alta toxicidad.

Como se ve: comprar libros es un ejercicio del pensamiento. Es un placer solitario y exquisito. Y puede llegar a ser una pasión tan seductora como un clásico Real Madrid-Barcelona con la liga en juego en el minuto 95 del tiempo extra.

 

*El autor es Máster en Literatura.

Maravillosas historias por contar

 

 (JOSEEDUARDOMORA.COM). Un joven que sale de Croacia huyendo de la guerra. Vive otra guerra en Serbia. Llega a Barcelona sin hablar una palabra de español. Aprende el idioma. Se integra a la vida social y económica. Se convierte luego en traductor de corresponsales de guerra. Deja Barcelona para irse a un pueblito de Suecia. Es la historia de vida que nos narra Boris Matijas en “Cuenta siempre contigo”, un libro que recoge esa experiencia vital.

Y Matijas sostiene que es a través de la narrativa que ha podido unir los cabos sueltos de su vida.

Como la de Matijas hay un sinfín de magníficas historias en busca de un autor. Para aprehender a contar una historia hemos diseñado el taller “Escribiendo historias”, con el fin de que los participantes dispongan de herramientas para estructurar sus relatos, crónicas, cuentos o novelas.

Un buen relato mal escrito y mal estructurado, en el mejor de los casos, termina en un tema anecdótico y en el peor desperdicia una oportunidad de oro de conmover a los otros mediante una historia bien contada, con la fuerza de una narrativa profunda.

Arturo Pérez Reverte, autor de la saga del capitán Alatriste, y cuyos libros se han vendido por millones, sostiene que lo primero que ha de tener el novelista es técnica, porque sin ella no se va a ningún lado.

 

La comunicación en tiempos de Internet

Por José Eduardo Mora*

informacion@joseeduardomora.com

eljornal@gmail.com

(12 DE NOVIEMBRE 2016). Internet, entre otros muchos cambios, ha permitido que las empresas y organizaciones de todos los tamaños tengan acceso a sus potenciales públicos de forma directa.

Y ello representa un salto cualitativo de gran importancia, no obstante, lo que puede ser una gran oportunidad, por lo general, se desaprovecha porque la comunicación no se maneja de forma profesional y oportuna.

De esta manera, las páginas web de la organización, las redes sociales (Faceboo,, Twitter, Instagram, entre otras) quedan en manos de aficionados: el resultado: un desastre.

Y ese desastre se manifiesta en que los medios se desperdician por completo o aquellos se convierten en herramientas negativas.

De ahí la importancia de que la comunicación en Internet y la comunicación directa se maneje de forma profesional y responda a una estrategia sólida y clara, que hará que la organización dé un salto cualitativo en el engranaje de la red.

Es posible, solo es necesario profesionalismo, objetivos claros, foco y una gran capacidad para mantener la información siempre actualizada y al alcance de un clic.

Para esas labores son muy útiles los creadores de contenido, los community manager, los comunicadores, los editores, que, con su maejo de la comunicación impulsan a la empresa.

 

El primer paso para ser escritor

(LUNES 8 DE JUNIO). Además de la vocación que se ha detener para ser escritor, el primer gran paso es el de convertirse en un lector insaciable. Quien no sea un gran lector no puede, ni por asomo, ser escritor. Es una ley inquebrantable.

Cualquier biografía que se revise de un escritor siempre apuntará hacia este blanco, pues no se conoce sobre la faz de la tierra un gran escritor que antes no haya sido un gran lector.

De forma tal, que aquellos que pretenden o se designan como escritores y son unos mediocres lectores, simplemente se autoengañan.

“Leía todo lo que caía en mis manos”, “me leí todo el siglo de oro español”, “fui un asiduo lector del boom”, “daba vueltas en el metro y leía sin tregua durante los largos domingos”: todas ellas son confesiones de escritores que, antes de serlo, pasaron por la delgada línea roja de ser buenos lectores.

Leer, leer, leer: ese es el primer paso. Después vendrá la prueba ante la hoja en blanco, pero ese será tema de nuestra próxima columna.

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Hemingway era un gran lector, desde luego.

Déjenos su comentario, nos interesa mucho su opinión: informacion@joseeduardomora.com y eljornal@gmail.com

El trabajo de un editor

I

A diferencia de lo que se cree, el editor no está para desacreditar al escritor de un texto, todo lo contrario, lo que hace es, con su experiencia, mejorarlo en aquellos aspectos en que sea posible.

El trabajo de un editor es, si se quiere, invisible, porque es como el del joyero que pule la perla. Un texto puede cambiar de forma dramática con una coma que faltaba o que sobraba, con la precisión de un término, con la aclaración de una frase oscura, o con agregar o suprimir una parte de la oración.

La intervención del texto ha de hacerse con la precisión de un cirujano experimentado. De no ser así, la calidad del texto que se pretende mejorar, puede dañarse de manera irreversible.

Ciertamente hay textos que, por la forma en que están construidos, requieren de una intervención mayor. En esos casos, lo primero es hablar con el autor y explicarle los alcances de lo que se va hacer con su texto.

Editar, es, en definitiva, una labor de orfebre.

 

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